El cielo sobre Berlín. "Der himmel über Berlin" 1987, Wim Wenders

A finales de los años ochenta, Wim Wenders era considerado una de las figuras más importantes del reciente cine europeo, un autor en plenitud de facultades que, a pesar del reconocimiento obtenido, mantenía las ganas de seguir probándose a sí mismo. Después de una temporada sin rodar en Alemania, Wenders regresó a su país natal para filmar un homenaje a la ciudad de Berlín con forma de cuento metafísico.
El cielo sobre Berlín es el retrato urbano y social de una capital con las heridas todavía abiertas por la guerra. Wenders vuelve a contar con el escritor Peter Hankle para elaborar un guión de alto contenido literario, repleto de monólogos interiores y de analogías entre el pasado y el presente germanos poco antes de la caída del muro.
La película retrata el oficio de los ángeles y su relación con los humanos en las calles de Berlín. Damiel, el ángel encarnado por Bruno Ganz, escruta los pensamientos de aquellos que precisan ser velados: gente insatisfecha, potenciales suicidas, almas atormentadas... hasta que un día se enamora de una trapecista de circo, lo que hará replantearse su condición sobrenatural. Wenders cuenta esta hermosa historia de forma muy visual y buscando la trascendencia en los ángulos y movimientos de cámara, constantes durante todo el metraje. Más que un efecto o un adorno, el dinamismo de la imagen traslada al espectador la sensación de ingravidez que sienten los ángeles protagonistas, una cinética reforzada por la iluminación y la profundidad de campo de la fotografía. Henri Alekan realiza un trabajo portentoso, de gran detalle y belleza, que define la identidad del film.
Además de la elocuencia visual, El cielo sobre Berlín exhibe también una gran riqueza en el aspecto sonoro, pues es generosa en el verbo y en la música. Los coros y las instrumentaciones de cuerda compuestas por Jürgen Knieper imprimen gravedad en la historia, pero Wenders escapa de lo solemne incorporando canciones interpretadas en directo por artistas como Nick Cave. Este diálogo entre tradición y modernidad, blanco y negro y color, fantasía y realidad... supone la esencia misma de la película. Es polimórfica y multidimensional, como la propia ciudad de Berlín, como la carrera de un director tan inquieto como Wim Wenders. Es difícil contar más de El cielo sobre Berlín sin desvelar su misterio, un ejercicio creativo que se entronca con el cine de Alain Resnais, Michelangelo Antonioni o Terrence Malick. En pocas palabras: una obra de arte.