El hilo invisible. "Phantom thread" 2017, Paul Thomas Anderson

Una década después de haber trabajado juntos en Pozos de ambición, el director Paul Thomas Anderson y el actor Daniel Day-Lewis vuelven a reunirse para crear una película diametralmente opuesta. Si aquella estaba atravesada por la pasión y el arrebato, El hilo invisible supone un ejercicio mucho más frío y cerebral que, no obstante, consigue dejar una huella tan profunda como la anterior. Thomas Anderson sabe que para convocar las emociones no son necesarios los aspavientos, los montajes acelerados o las cámaras inquietas. Por eso en esta película ha domesticado su estilo sin perder por ello la capacidad de sugestión ni la contundencia.
El hilo invisible narra la relación entre un prestigioso modista y una joven provinciana en la que él encuentra a su perfecta modelo. Lo que en un principio podría parecer una relectura del mito de Pigmalión, poco a poco va derivando en un drama perverso y sofisticado, tan preciso como un bisturí capaz de abrirte las entrañas sin que te des cuenta. Tras la locura que supuso haber realizado Puro vicio, Thomas Anderson vuelve a trabajar con material original y se muestra en plenitud de facultades, con una madurez y un refinamiento que recuerdan al mejor Visconti. La planificación, los ángulos de cámara, el montaje... ver la película es como contemplar un huevo: nada se puede reprochar a semejante estado de perfección. Y sin embargo, lo que se plantea desde el argumento es un misterio que atañe a la condición humana: el miedo a la soledad, la necesidad de reconocimiento, las pulsiones capaces de alterar la actitud... la correspondencia que se establece entre la pureza de la forma y la impureza del contenido es lo que confiere a El hilo invisible su especial carácter y poder de fascinación.
Thomas Anderson no se limita a dirigir bien sino que, además, posee un sentido del tempo narrativo que se materializa en los diálogos y en las secuencias más visuales. Es algo que trasciende el cine y adopta una cadencia musical, un ritmo interno que afecta a la manera de hablar de los personajes, de moverse, del fluido del tiempo entre los planos. Una sensación a la que contribuye el músico Jonny Greenwood desde la partitura y los actores desde la interpretación. Daniel Day-Lewis desarrolla una de las composiciones más complejas de su carrera, otorgando una profunda dimensión a un personaje exigente y lleno de trampas que él resuelve con maestría. Pero lo sorprendente es que, ante semejante exhibición de virtuosismo, aparezca una actriz que no sólo no empequeñece, sino que acrecienta su propio talento y el de su compañero. Lesley Manville convierte la ficción en realidad y se revela ella también como un descubrimiento, al igual que Vicky Krieps en el papel de la hermana del diseñador. Juntos y por separado logran que la película alcance altas cotas de excelencia interpretativa, erigiéndose como actores-creadores de El hilo invisible.
En suma, se trata de una obra depurada y muy exigente en la que Paul Thomas Anderson se ha implicado con toda su sabiduría y su bagaje de cineasta experimentado. No en vano, se ha hecho cargo por primera vez de la fotografía con resultados deslumbrantes. Aunque el mundo de la moda siempre se presta a la idealización y al artificio de las imágenes, en El hilo invisible el director opta por un naturalismo que refuerza la credibilidad del relato y la cercanía con los personajes a través de luces tamizadas y de una cuidada paleta de colores. La película reporta un gran placer para los ojos pero también para el intelecto: en última instancia, trata sobre el eterno conflicto del poder dentro de la pareja. La inteligencia y la honestidad con las que Paul Thomas Anderson aborda este delicado asunto convierten El hilo invisible una obra relevante y perdurable.
A continuación, el tema principal de la banda sonora compuesta por Jonny Greenwood. Una música bella y evocadora con gran presencia en el film que, en muchas ocasiones, ilustra con sonidos el discurso interior de los personajes. Relájense y disfruten: