Los hermanos Sisters. "Les frères Sisters" 2018, Jacques Audiard

En su octavo largometraje, Jacques Audiard continúa visitando géneros cinematográficos y adaptándolos a su mirada intensa y realista, lejos de los lugares comunes. Los hermanos Sisters es su particular incursión en el western, a partir de una novela de Patrick Dewitt que el director francés convierte en una alegoría acerca del cambio y la posibilidad de redención.
Los protagonistas que dan título a la película ilustran la idea principal de la dualidad: Charlie y Eli Sisters están unidos por la misma sangre pero lucen caracteres opuestos. El primero es impulsivo y violento, mientras que el segundo es sereno y conciliador. Ambos se dedican a cumplir encargos para el Comodoro, ajustes de cuentas y asesinatos a sangre fría que resuelven con profesionalidad y eficiencia. El número par se duplica cuando deben dar caza a dos individuos que poseen una fórmula mágica para encontrar oro, estableciéndose un juego de espejos que contiene similitudes (el cepillo de dientes, la ambición) y diferencias (la fuerza contra la razón, la costumbre contra el progreso). La estructura narrativa adopta el modelo clásico del relato itinerante, con personajes que avanzan hacia una meta que se ve dificultada por los acontecimientos. Con la diferencia de que Audiard esquiva premeditadamente los clichés que habitan en el género, o recurre a ellos para tergiversarlos y presentarlos de manera distinta. Desde las localizaciones elegidas (en Almería, Navarra y Rumanía, entre otros lugares) hasta las motivaciones que mueven a algunos de los personajes (la fundación de una utopía democrática, la reconversión profesional), cada elemento es reconocible y supone, al mismo tiempo, una transgresión. Es decir: hay escaramuzas, tiroteos, persecuciones a caballo, buscadores de oro, salones donde se abreva el whisky... pero observados desde la mirada a veces cruda y a veces poética de Audiard. Una visión reforzada por la música de Alexandre Desplat, que logra conducir las emociones con su magisterio habitual.
El gran mérito de la película es conseguir que el espectador sienta empatía por los dos hermanos Sisters, a pesar de la frialdad con la que ejercen su oficio de matarifes y el carácter difícil que define a uno de ellos, el interpretado por Joaquin Phoenix. Su personalidad se contrapone a la del personaje que encarna John C. Reilly, aunque los dos están marcados por la tragedia familiar y por la simpleza que contrasta con la exquisitez de sus perseguidos, a quienes dan vida Jake Gyllenhaal y Riz Ahmed. En suma, un cuarteto de actores bien afinado y compacto, en el que cada uno aporta sus propias cualidades y engrandece las de los demás, dotando a la película de una profundidad poco común en los westerns.
El hecho de que Audiard emplee muchos planos cerrados y sitúe el foco en los personajes, denota el interés del director por retratar el interior de unas criaturas que escapan de los tópicos. Las imágenes son elocuentes y de gran plasticidad, gracias a la fotografía de Benoît Debie, que demuestra su habilidad para trabajar con el color y las sombras, ya que la película cuenta con importantes escenas nocturnas. El acabado formal de Los hermanos Sisters se adapta como un guante a la narración, la cual evoluciona de manera lineal y se divide en capítulos según los distintos lugares que los protagonistas recorren en su periplo. El film remite a una moderna Odisea en la que el destino del viaje coincide con el inicio biográfico de los dos hermanos, y esa curva en el espacio-tiempo provoca una asombrosa elipsis final en la casa de la familia, capaz de mostrar distintos momentos en el mismo plano. El broche final idóneo para una película que añade su título a la mejor tradición del western, ese género norteamericano por excelencia que tiene en algunos europeos como Sergio Leone o Jaques Audiard a sus más originales renovadores.