OJOS DE SERPIENTE. "Snake eyes" 1998, Brian De Palma

Tras el éxito obtenido con Misión imposible, Brian De Palma recupera el thriller con aromas de pulp y de serie B que practicó en los años ochenta (Vestida para matar, Impacto, Doble cuerpo) en una película que reúne sus virtudes como cineasta. Ojos de serpiente es el último de los tres proyectos que De Palma dirige con un guion firmado por David Koepp, quien le proporciona un ejercicio narrativo que alterna diferentes versiones de un mismo suceso: el asesinato del Secretario de Defensa de los Estados Unidos en pleno combate de boxeo mientras la tormenta azota Atlantic City.

En primera línea del magnicidio se encuentra Rick Santoro, un agente de policía de ética cuestionable y dudosos métodos, interpretado por Nicolas Cage. El actor entrega toda su energía y exhibe su catálogo de tics en contraste con el hieratismo de Gary Sinise, que encarna a un riguroso comandante de la Marina con el que guarda una antigua amistad. La lealtad entre ambos irá degenerando según se complica el argumento y avanza la investigación, a lo largo de una noche muy agitada que involucra a un buen número de corruptos y conspiradores.

Ojos de serpiente comienza por todo lo alto, con un plano secuencia de doce minutos en el que participa el elenco al completo en el interior del estadio donde sucede la acción (algunos de ellos también en el exterior, mediante imágenes emitidas en televisores). Se trata de un trampantojo, porque semejante demostración de pirotecnia cinematográfica transcurre juntando planos en movimiento que son disimuladamente montados para dar la apariencia de un único plano. ¿Acaso es relevante que esté falseada la proeza técnica que inicia el film? De ningún modo, teniendo en cuenta que la mentira y la verdad son conceptos que articulan la trama y que De Palma es un veterano prestidigitador al que le gusta presumir de trucos. Después de un principio así, el reto consiste en mantener el dinamismo sin que decaiga la tensión y que los personajes evolucionen sin dejarse arrastrar por el artificio hipertrofiado del director... lo cual se consigue, a pesar de la floja escena del desenlace, que sabe a poco tras lo visto con anterioridad. Hay que recordar que el final previsto en el guion original se llegó a rodar y que fue descartado en los pases de prueba con público, sustituyendo la espectacularidad (con un tsunami incluido) por la corrección moral que obliga a castigar al antagonista por sus actos.

El resto del metraje cumple las expectativas generadas desde el arranque y logra sostener la atmósfera de inminente peligro gracias, entre otras cosas, al dramatismo que Ryūichi Sakamoto imprime en la música y a la fotografía de Stephen H. Burum, capaz de resolver las dificultades técnicas que plantea la puesta en escena. La planificación de Ojos de serpiente contiene el arsenal recurrente de De Palma: ralentizados, pantalla partida, split diopter, puntos de vista subjetivos... además de los planos secuencia antes aludidos y de un montaje muy eficaz, obra del habitual Bill Pankow. Todos estos recursos hacen de la imagen una atracción constante y un divertimento que invita a ser disfrutado sin prejuicios. Puede que Cage no sea el actor más sutil del mundo o que De Palma despliegue sus artimañas para distraer los ojos del espectador y desatienda las debilidades de la historia, pero nada de eso importa si el resultado es tan entretenido y tan seguro de sí mismo como el que aquí se ofrece.

A continuación, pueden ver un vídeo que resume algunas claves visuales del estilo de Brian De Palma.