SHOES. 1916, Lois Weber

Parece un milagro que cien años después de su estreno, Shoes pueda volver a verse en su integridad gracias a los procesos de restauración de los materiales originales encontrados. Se trata de uno de los largometrajes más celebrados de Lois Weber, productora, guionista, actriz y directora, que adapta aquí un texto de Jane Addams, referente del feminismo de principios del siglo XX. Como cabe esperar, la película mantiene reivindicaciones de género en torno a la desigualdad que sufren las mujeres por motivos económicos y a la indefensión de los colectivos vulnerables de la sociedad.

Shoes cuenta la historia de Eva, una joven que no puede permitirse sustituir sus viejos zapatos por unos nuevos, dado que el sueldo que gana como dependienta en una tienda lo dedica a alimentar a su familia, que sobrevive a duras penas ante la inoperancia del padre. El calzado que anhela la protagonista, encarnada por Mary MacLaren, representa sus aspiraciones de prosperar dentro de una vida miserable, por eso la directora incluye en la narración escenas de ensoñaciones idílicas y de pesadillas que ilustran los pensamientos del personaje principal. Son momentos de carácter simbólico que rompen el realismo predominante del film. Weber, al contrario que otros cineastas de la época, no subraya el drama con pantomimas sentimentales ni moralejas aleccionadoras. A pesar del camino de degradación que atraviesa Eva, en Shoes no hay excesos sino emociones contenidas que se expresan mediante la repetición: cada tarde a la vuelta del trabajo se produce la misma contemplación de los zapatos deseados en el escaparate, la llegada a casa, la limpieza de los pies fatigados, el cubrimiento de las suelas agujereadas con pedazos de cartón... Weber filma la triste rutina de la pobreza con un comedimiento que resulta ejemplar, por el respeto que demuestra por el personaje.

La directora aplica la distancia con el uso de planos medios y generales para retratar las acciones sin intervención del punto de vista. Apenas se producen excepciones, y son tan llamativas que otorgan un valor trágico a las imágenes: el seguimiento de la cámara a ras de suelo de los pasos en medio de la lluvia, la extracción de una astilla que se ha colado en uno de los orificios del zapato y, sobre todo, el rostro de la protagonista reflejado en un espejo roto, son instantes en los que Weber cierra el plano para señalar los detalles que contribuyen a la decadencia de Eva. Estas salvedades potencian la fuerza visual del conjunto pero también el discurso que contiene Shoes, una película felizmente recuperada por el Eye Filmmuseum de Ámsterdam aprovechando el centenario del estreno, a la que se ha incorporado música compuesta para la ocasión por Donald Sosin y Mimi Rabson. Un justo reconocimiento a una pionera de la importancia de Lois Weber.