LA MOSCA. "The Fly" 1958, Kurt Neumann

Kurt Neumann es un cineasta de los considerados artesanos. Es decir, aquellos que no poseen un estilo reconocible ni veleidades de autor, y que adaptan su trabajo a las necesidades de la narración cumpliendo con los calendarios de rodaje y los presupuestos asignados... en su caso, siempre modestos. Por eso no podía sospechar el éxito que iba a tener La mosca, película sin grandes pretensiones, producida y dirigida por él mismo para el estudio 20th Century Fox. Y aunque lo hubiera sospechado, tampoco lo pudo disfrutar, porque Neumann falleció en extrañas circunstancias apenas un mes después del estreno, dejando un clásico incontestable del terror que conoció dos continuaciones y el celebrado remake que David Cronemberg realizó en 1986.

Se trata, por lo tanto, de una película enmarcada en la última etapa de una trayectoria tan larga como intensa, y en el comienzo de otra: la del guionista James Clavell, que debuta adaptando un relato del especialista en literatura de ciencia ficción George Langelaan. Es relevante destacar estos nombres porque buena parte de la originalidad del film reside en la historia que se cuenta. A grandes rasgos, La mosca expone la tragedia de un científico abnegado que logra un hallazgo excepcional, y cuya ambición termina transformando su existencia en la de un monstruo. Esta premisa se encuentra también en Frankenstein y en Dr. Jekyll y Mr. Hyde, por citar solo dos ejemplos entre otros muchos títulos de horror, la diferencia es que en La mosca prima el romanticismo trágico de un matrimonio abocado al desastre. La pareja que interpretan David Hedison y Patricia Owens pone rostro al sueño americano que deviene en pesadilla, bien acompañados por los veteranos Herbert Marshall y Vincent Price. La presencia de este último es uno de los atractivos del film, pero no el único: el desarrollo en continuo avance de las situaciones, la tensión impresa en la atmósfera y en el tempo cinematográfico, la concisión de los personajes y de ciertos decorados (en especial el laboratorio)... dotan a la película de un encanto que crece con el paso del tiempo.

La mosca demuestra el talento de Neumann en dar dignidad a producciones baratas y en aprovechar al máximo los recursos técnicos a su alcance. Así, hay un empleo bastante creativo de ciertas lentes para los efectos especiales (en las escenas del teletransporte) y en la fotografía en color, obra del experimentado Karl Struss. La película posee un aspecto visual de lo más sugerente que solo se empaña al final, cuando se desvela la naturaleza de la mosca de cabeza blanca, un instante que ha envejecido mal y produce sonrojo, sin llegar a empañar la brillantez del conjunto. En definitiva: La mosca es una joya en su género y la prueba de que más allá de la emoción y el entretenimiento, el cine de terror puede alcanzar profundidad en manos de directores con espíritu independiente como Jacques Tourneur, Jack Arnold o Kurt Neumann.