LOOK BACK. 2024, Kiyotaka Oshiyama

Después de dos décadas labrándose una reputación como animador y diseñador en numerosos proyectos, Kiyotaka Oshiyama dirige su primer largometraje con el Studio Durian, fundado por él mismo en 2017. Para ello decide adaptar Look Back, un manga de éxito del autor Tatsuki Fujimoto, que Oshiyama traslada a la pantalla con un estilo muy dinámico que renueva el anime tradicional e incorpora claves estéticas que provienen del cine de imagen real, el videojuego y demás expresiones del audiovisual contemporáneo.

La historia que se cuenta en Look Back tiene como protagonistas a dos chicas de caracteres opuestos que comparten afición por el dibujo y traban amistad, hasta que las circunstancias de la vida las separan y acontece una tragedia que hará que una de ellas se pregunte qué hubiese pasado de haberse comportado de otra manera. Esta hipótesis ocupa el tercer acto del film, estableciendo así un juego de realidades paralelas que derivan en la idea de que hay que perseguir las ilusiones que dan sentido a nuestra existencia. Un bonito mensaje que se expone sin romanticismos ni moralinas, si bien es verdad que hay un culto al sacrificio que habla también del sistema capitalista y que equipara a las sociedades modernas de Oriente y Occidente.

Para comprimir estos y otros conceptos en apenas una hora de duración, Oshiyama emplea un ritmo entrecortado que dota de sugerencia a las imágenes: hay una representación de acciones que muchas veces se muestran parcialmente en el montaje (son habituales los jump cut, los acelerados de tiempo y las elipsis) además de desplazar encuadres y composiciones para ilustrar los sentimientos de los personajes, siempre en quiebra. Y es que Look Back corre el mismo riesgo que la mayoría de los dramas adolescentes llegados de Japón, como es la emotividad desaforada y la cursilería. Por fortuna, el director sabe apretar las riendas en el último momento y reconduce la narración con la cadencia adecuada, en un final triste pero demoledor.

Aunque Look Back puede ser apreciada por un público amplio, es evidente que la profundidad de su propuesta y la sintaxis visual que practica Oshiyama hace que sea más idónea para espectadores con un cierto grado de madurez, en especial aquellos que disfrutan leyendo manga. En definitiva, se trata de una película que posee belleza interior y exterior, una pequeña sorpresa que ejemplifica el buen estado de salud de la animación nipona.