JURADO N° 2. "Juror #2" 2024, Clint Eastwood

La permanencia del género judicial a lo largo de las décadas ha generado una serie de automatismos y de lugares comunes que hacen difícil la innovación, tanto más en el cine norteamericano. Por eso hay que aplaudir una película como Jurado N° 2, capaz de situar el conflicto allí donde suele haber sombras: en la mesa de deliberación de un jurado popular. Con el ilustre precedente de Doce hombres sin piedad, Eastwood trenza un thriller de despachos que se focaliza en un miembro del tribunal implicado secretamente en el mismo caso de homicidio que debe juzgar, un dilema ético que el film expone con sobriedad y rigor.

El interés de Jurado N° 2 supera su original planteamiento y crece según avanza el desarrollo de las situaciones y los personajes. El cuestionamiento moral que envuelve al protagonista afecta también a sus compañeros de bancada y a varias representaciones del espectro social y político, como una fiscal que aspira al poder o un policía retirado que antepone hacer justicia a cumplir la ley. Son miembros de un reparto coral que incluye a Toni Collette, J. K. Simmons y Kiefer Sutherland, entre otros nombres que orbitan alrededor de Nicholas Hoult, perfecto en encarnar la ambigüedad que exige el personaje principal.

Jonathan Abrams debuta como guionista y logra una narración sólida, que se adapta a los cánones clásicos y mantiene la tensión hasta el desenlace, lo cual queda reforzado mediante la puesta en escena. Eastwood deja espacio a los actores y está atento a sus reacciones con el uso de planos cortos que están siempre justificados, al igual que los planos de conjunto para establecer relaciones entre los personajes y el espacio. Una sintaxis de imágenes concisa y eficaz que no depara sorpresas pero que tampoco se distrae con artificios innecesarios, tal y como es habitual en el cine del director. Si acaso, cabe destacar ciertas escenas de montaje que agilizan el juicio y flashbacks que alternan puntos de vista diversos (el efecto Rashomon). El resto de las secuencias transcurren siguiendo la cronología de los hechos hasta desembocar en un final abierto, que ofrece pocas dudas al público.

Los aspectos técnicos de Jurado N° 2 lucen un acabado pulcro acorde con el tono del relato, sin caer en la frialdad y esquivando las debilidades que aquejan a algunos de los últimos títulos de Eastwood, más insustanciales de lo que merece una figura de su relevancia. Si el cineasta de 95 años cierra su filmografía con esta película (la número 40), habrá sido el digno broche a una obra ejemplar, laboriosa y coherente.