Horizontes de grandeza. "The big country" 1958, William Wyler

William Wyler fue uno de los pilares sobre los que se sustentó el mito del esplendor de Hollywood, una referencia inevitable cuando se habla del cine del pasado siglo. Porque la figura de este gran cineasta albergó un director irreprochable, un sagaz adaptador de novelas y un productor exigente. Prueba de todo ello es "Horizontes de grandeza", uno de sus trabajos más ambiciosos, una epopeya de gran magnitud dramática aderezada con las dosis suficientes de aventura, romance y humor para convertirla en un relato inolvidable. La vieja historia del enfrentamiento entre familias rivales por unas tierras donde se dirimen más que cuestiones de acres y fronteras, conflictos de honor largamente enquistados, sirve como soporte para construir una trama donde lo singular y lo plural, la anécdota y el conjunto, tienen igual importancia. El guión de "Horizontes de grandeza" trasciende los márgenes del western y escarba en el perfil de cada uno de los personajes gracias a un desarrollo largo, profundo, en el cual los diálogos cumplen su cometido: la frase correcta en el momento adecuado. Estas obviedades son el germen de toda buena película y, sin embargo, en "Horizontes de grandeza" parecen revelarse por primera vez. Esa es la cualidad de los clásicos. Y como el clásico que Wyler siempre fue, realiza un trabajo ejemplar con la cámara y con la dirección de actores, un plantel largo y ajustado con Gregory Peck, Charlton Heston, Jean Simmons o Burl Ives, entre otros. Rostros que dan aliento a unas imágenes poderosas, capaces de captar al mismo tiempo la épica de la historia y los conflictos personales sin distinguir dónde empiezan unos y acaban otros. Los demás apartados técnicos y artísticos, entre los que brillan la fotografía de Franz Planer realzando los magníficos decorados, así como la conocida banda sonora de Jerome Moross, terminan de redondear el conjunto. Elementos imperecederos para una película sin fecha de caducidad, la prueba de fuerza y de talento de un director, William Wyler, que de alguna manera sabía que estaba participando en la Historia del Cine.