Slumdog millionaire. 2008, Danny Boyle y Loveleen Tandan

A partir de la novela de Vikas Swarup, el director Danny Boyle exhibe sus dotes de esteta para realizar un videoclip camuflado de película que, de tan bienintencionado, termina siendo retorcido y caricaturesco. Boyle trata de revestir la historia con aires de fábula moderna, contando su film a modo de cuento, pero todo se queda en un chiste. Porque cae en la trampa que él mismo se tiende, limitándose a retratar con su lente de turista privilegiado la miseria de los barrios pobres de la India de la forma más bonita posible, dando rienda suelta a un sentido estético heredero del lenguaje visual de la MTV. Así, con una envoltura mucho más publicitaria que cinematográfica, Boyle manufactura sus imágenes esquivando cualquier atisbo de realidad o frescura, al tiempo que pervierte las intenciones críticas que sin duda “Slumdog millionaire” algún día tuvo. El guión resulta torpe y arbitrario, deja demasiados cabos sueltos. Las interpretaciones se basan más en la imitación, en el poner caras, que en la expresividad. Y las cualidades técnicas que la película exhibe con alegría caen, la mayoría de las veces, en el capricho y la autocomplacencia. “Slumdog millionaire” es, en definitiva, un lodazal pegajoso y maloliente primorosamente envuelto en celofán brillante y de colores, para el fácil disfrute del público occidental, el cual se sentirá reconfortado en su identificación con unos héroes de cartón, diseñados para cumplir su cometido sin la necesidad de explicarlo. Que semejante producto haya sido galardonado con infinidad de premios, amén del consabido Óscar a la mejor película, dice mucho de en qué se han convertido estos conocidos trofeos de la industria de Hollywood y de quienes los otorgan.