La chica que saltaba a través del tiempo. “Toki wo kakeru shoujo” 2006, Mamoru Hosoda

Nueva adaptación de lo que es ya una novela de referencia dentro de la literatura fantástica en Japón, “La chica que saltaba a través del tiempo”, esta vez de la mano de Mamoru Hosoda. El director nipón traslada el protagonismo de la historia hacia el personaje de una adolescente que descubre su capacidad para realizar saltos en el tiempo y poder así alterar el devenir de unos acontecimientos que se ven reflejados en la pantalla con sorprendente naturalidad.
La habilidad de Hosoda es la de retratar la rutina de una etapa biológicamente convulsa, acercándose a sus personajes con cariño y con respeto, a través de una mirada atenta a los detalles que a la vez demuestra un gran poder de sugerencia, provocando que el texto y el subtexto de la trama participen el uno del otro sin tropiezos ni interferencias. Semejante derroche de naturalismo sirve como marco para una historia eminentemente fantástica, lo que provoca un contraste de géneros que convierte a la película en algo muy especial, en una experiencia alucinatoria y gozosa que captura al espectador no agarrándole por el cuello, sino tomándole de la mano y conduciéndole hasta lugares de los que le costará marcharse una vez terminada la proyección. Esa voluntad de fascinar sin estridencias da como resultado un relato intimista de tono agridulce, una joya de la animación capaz de seducir tanto en lo visual como en lo narrativo recurriendo por igual al drama y a la comedia, al ensueño y a la crónica, a la magia y a la realidad de un mundo, el de la adolescencia, que este film recupera en espíritu de forma prodigiosa.
En el aspecto estético, “La chica que saltaba a través del tiempo” insiste en las pautas habituales de la animación japonesa: líneas claras y diseños sencillos para los personajes, en unos decorados hiperrealistas que cuentan con un tratamiento de la luz muy pictórico del cual Hosoda extrae el máximo partido. Su planificación es elegante y dinámica, y recurre al montaje de manera inteligente para dotar de trasfondo y de significados nuevos a las imágenes del film. Basta la pequeña secuencia que puede verse a continuación para comprobar cómo Hosoda juega con el encuadre y la composición para obtener un resultado descriptivo en la forma y expresivo en la emoción. Nada más y nada menos.