Las historias de amor son como los sobres-sorpresa que venden en las ferias, nunca puedes fiarte del envoltorio. Basta haber abierto unos cuantos de los colores más vistosos para reencontrase con la decepción sin escarmiento, con la vulgaridad oculta bajo una apariencia prometedora. Hasta que de repente un día tropiezas con algo que no esperabas, una verdadera sorpresa. Algo así es “Beginners”, el segundo largometraje del director y guionista Mike Mills que sigue explorando sus traumas particulares y empleando la cámara de cine como el diván de un psicoanalista para provocar, al mismo tiempo, la identificación con el espectador. Probablemente porque todas las historias de amor son iguales y ni siquiera una película tan original como esta elude la clásica fórmula de chico conoce chica, chico pierde chica, chico recupera chica. La diferencia es que Mills juega de tal manera con el sentido del tiempo que pasado y presente se intercalan en el relato creando un espacio para la emoción donde no caben ni la sensiblería ni el capricho.
El protagonista de “Beginners”, magníficamente interpretado por Ewan McGregor, es un tipo incapacitado para la felicidad, un ilustrador propenso a la melancolía cuyas sombras se proyectan en un pasado lejano junto a su madre y en un pasado cercano con su padre. El recuerdo de estas dos vivencias participa del momento en el que este aprendiz de suicida mantiene una relación con una chica a la que Mélanie Laurent presta su carisma y su mirada, provocando que en la pantalla transcurra una suerte de pretérito inmediato que redimensiona el carácter dramático del film, posiblemente una de las comedias más tristes jamás filmadas. Los ecos de Michel Gondry o de Spike Jonze resuenan en el espíritu de “Beginners” junto a la influencia de Woody Allen o de François Truffaut, haciendo que la película exhiba una personalidad muy marcada que las interpretaciones de los actores antes mencionados, más la espléndida labor de Christopher Plummer encarnando al padre del protagonista, saben potenciar.
Una historia como esta requería un guión muy trabajado, y Mills no defrauda a la hora de hacer que sus criaturas evolucionen y que el desarrollo narrativo de su película se mueva siempre entre la emoción y la frialdad, entre la alegría y el abatimiento. El tono adecuado para un film rico en matices que depara una de las sorpresas más agradables de los últimos tiempos.