Hay muchas formas de contar una historia de amor, aunque en el fondo todas sean la misma. El cine se ha nutrido de ellas desde el principio, y obviando experimentos más o menos llamativos, la fórmula se ha mantenido inalterable empleando las constantes del encuentro/desencuentro/reencuentro como factores cuyo orden no altera el producto. Sólo los guionistas con tendencia a la melancolía se han atrevido a jugar con el último término, el del reencuentro, para conseguir relatos más acordes a la realidad. Siempre es el narrador, en última instancia, el responsable de que la historia suene con megáfono o con sordina, que sea triste o alegre, blanca o negra, de metal o de madera…
Los directores Jon Garaño y José Mari Goneaga han optado en “80 egunean” por el cuento sencillo y directo, eligiendo una estructura episódica y una narrativa que va dando saltos en el tiempo, aprovechando el transcurrir de diferentes días entre los que el número ochenta, al que hace referencia el título del film, se convierte en el momento álgido. La película está por lo tanto cosida a retazos, fabricada con los instantes que comparte la pareja protagonista y con otros que ayudan a completar el paisaje social que “80 egunean” retrata con acierto, a modo de crónica de una realidad que todavía en demasiados sectores continúa siendo tabú: el amor entre mujeres.
Los directores demuestran la suficiente inteligencia como para no convertir el relato íntimo en alegato reivindicativo, haciendo cómplice al espectador de los encuentros y desencuentros de las dos protagonistas. El tono agridulce de la narración y especialmente la química que se establece entre las actrices Itziar Aizpuru y Mariasun Pagoaga elevan la catadura fílmica de “80 egunean” permitiendo que, más allá de la curiosidad que supone dentro del cine español, la película resulte emotiva y sincera, divertida y triste, hermosa y fresca como una bocanada de aire que sale de la pantalla y llega hasta el espectador sin imposturas ni aspavientos. En definitiva, un ejercicio de honestidad bien escrito, bien realizado y bien interpretado que hurga en la yaga de ciertos prejuicios todavía por erradicar.