Es de sobra conocida la cinefilia militante de Martin Scorsese: ha realizado documentales sobre cine italiano y norteamericano, ha participado activamente en la recuperación de viejas películas y pertenece, al igual que Coppola, Spielberg o Allen, a esa generación de cineastas que se curtieron venerando a los clásicos e hicieron de las salas de cine sus particulares escuelas. En las películas de Scorsese abundan las referencias cinéfilas, y por eso no es raro que después de cuarenta años de carrera se decida a rendir pleitesía a uno de los pioneros del cine, al mago por excelencia de la imagen Georges Méliès. Para ello se sirve de la adaptación de una novela de Brian Selznick en lo que supone su primera incursión en el cine familiar, antiguo concepto con el que se denominaba a aquellas películas en las que los adultos podían acompañar a los niños sin padecer somnolencia o sonrojo. De eso trata “La invención de Hugo”, de un tránsito hacia la niñez, con sus glorias y sus miserias, para recuperar el espacio de los sueños que aquí representa el Cine. Cine con mayúsculas, Cine redentor, mágico, misterioso, atemporal. El Cine de Méliès.
“La invención de Hugo” adopta las formas de un cuento cargado de ilustraciones elaboradísimas y fascinantes, haciendo que la ambientación de la película, la puesta en escena, cada detalle de la producción resulte un derroche de imaginería visual y de belleza plástica. Scorsese exhibe su nervio con la cámara potenciando las posibilidades de las tres dimensiones para sumir al espectador en algo parecido a un estado de hipnosis, gracias a la estilización de los recursos técnicos y a la partitura de Howard Shore.
Habrá quien acuse a esta película de afectación, de cierto histrionismo, y no le faltará razón. Lo que “La invención de Hugo” propone es un arriesgado juego de prestidigitación en el que el cuento tradicional se reviste del envoltorio más aparatoso, dicotomía que hechizará a unos espectadores y fatigará a otros. Esto es algo que se encuentra en buena parte de la filmografía de Scorsese, pero nunca parece tan justificado como en este caso, yendo incluso un paso más allá, por el sentido de la fabulación que persiguen sus cuidadas imágenes.
Como en la mayoría de los cuentos, en “La invención de Hugo” también existe un trasfondo triste y unos personajes devastados que encontrarán su salvación a través de la imaginación, del influjo del cine primigenio al que Martin Scorsese rinde homenaje con emoción y espectáculo. El último truco de Méliès, aquí bajo los acertados rasgos de Ben Kingsley. Voilá.