Entusiasmo. Sinfonía del Donbass. “Entuziazm: Simfoniya Donbassa” 1931, Dziga Vértov

Hubo una época en que películas como “Entusiasmo” eran consideradas armas de acción política, instrumentos para alentar a las masas. Eran días de vanguardias, cuando la propaganda y la experimentación servían a un mismo fin. Los líderes rusos de la Revolución supieron aprovechar mejor que ningún otro régimen las posibilidades del cine como medio de difusión y adoctrinamiento, reclutando como voceros de sus consignas a los cineastas de mayor talento: Eisenstein, Pudovkin, Kuleshov o Vértov.

“Entusiasmo”, de Dziga Vértov, se inscribe en este movimiento de películas al servicio de unos ideales políticos, y supone la incorporación del director al recientemente creado cine sonoro. Siempre ajeno a las convenciones, Vértov hace uso de las nuevas tecnologías a su peculiar manera. Si hasta entonces había desarrollado los conceptos teóricos del Cine-Ojo en una serie de películas de marcado carácter rupturista, ahora haría lo mismo con el sonido en el denominado Radio-Ojo.

Los ejercicios visuales, el empleo del montaje y la imagen alegórica se ven redimensionados por una banda sonora que incluye músicas y efectos sonoros, con el objetivo de crear una sinfonía conceptual en la que identificación y contraposición, textura y tempo cumplen papeles fundamentales. Esta es la novedad que contiene “Entusiasmo” respecto a la filmografía previa de Vértov, los demás elementos permanecen intactos: las imágenes conservan su cualidad hipnótica, la soflama es bella y poderosa como un hechizo convertido en celuloide.

Muchos coetáneos no supieron entender a Vértov, en cierta manera sus películas continúan siendo insondables. Se le acusó de ser demasiado lírico, de que sus rompedoras propuestas ahogaban el discurso político. Dziga Vértov fue un iconoclasta vocacional, un dinamitero que calló rendido por las arengas y las trompetas de los que un día le auparon al Olimpo para después empujarle al ostracismo. Sus provocaciones habían perdido interés, por lo que fue relegado a la tarea de montar informativos, la misma que desempeñó al inicio de su carrera. Como tantas otras veces, fueron los jóvenes cineastas franceses de la nouvelle vague los que vendrían a rescatar su legado y a erigirle en lo que es hoy: un poeta transgresor de la imagen, un documentalista que quiso fabricar la realidad con pedazos de sueños.