Medea. 1988, Lars von Trier

Desde el inicio de su carrera, Lars von Trier ha demostrado ser un director capaz de hincarle el diente a cualquier género, vampirizando referencias y llevándolas a su terreno. Lo hizo con el cine negro en "El elemento del crimen", con el melodrama en "Rompiendo las olas", con el musical en "Bailar en la oscuridad", con la comedia en "El jefe de todo esto"...
En el año 1988, obtuvo la oportunidad por parte de la televisión danesa de llevar a la pantalla un guión de su declarado maestro Carl Th. Dreyer. Se trataba de una adaptación de "Medea" que Dreyer no pudo realizar en su momento, y que permitía a von Trier por un lado rendir tributo al autor de "La palabra" o "Gertrud", y por otro lado aplicar el filtro de su personal mirada sobre un clásico de la tragedia griega. El reto no era pequeño. Al igual que Dreyer, una de las obsesiones de von Trier es la búsqueda del estilo perfecto para cada película, adaptando la retórica a la historia que se quiere contar, y no al contrario.
Visto con perspectiva, von Trier ejercía a finales de los 80 de enfant terrible del cine europeo, una credencial conseguida tras varios cortometrajes y dos películas que habían llamado la atención de los cinéfilos iconoclastas: "El elemento del crimen" y "Epidemic". La consagración internacional que le reportaría "Europa" aún estaba por llegar, y de alguna manera, las claves visuales de esta gran película ya se estaban gestando en "Medea". El uso de las transparencias y de la superposición de planos para crear imágenes cercanas al subconsciente de los personajes, estaba siendo ensayado por el director mediante técnicas intercambiadas de vídeo y celuloide. Estos aspectos formales son un aviso: la "Medea" de von Trier incide más en el perfil psicológico del personaje que en las peripecias imaginadas por Eurípides.
La trama comprende unas pocas escenas de gran poder visual, con evocaciones del cine mudo y de diversas disciplinas artísticas (pintura, teatro, vídeo arte). Además del guión cinematográfico, que von Trier adapta libremente, la referencia más importante tomada de Dreyer es "La pasión de Juana de Arco". El eco de este film reverbera en las imágenes de "Medea" con pasión e insistencia, completando el homenaje.
Se ha dicho que la aportación de esta "Medea" es la de relacionar el entorno con los personajes, y es cierto que el drama griego sale bien parado en su interpretación nórdica: la importancia del paisaje, la presencia constante del agua y del viento, las luces y las sombras, redefinen una historia que no por antigua ha perdido efectividad. El visionado de "Medea" resulta brutal en muchos aspectos, es violento en su quietud y casi insoportable en el desenlace. Solamente el pudor del director y su precaución en el momento de describir lo indescriptible permiten que el espectador salga indemne de la proyección, aunque la experiencia sea demoledora. "Medea" es por todo esto una película exigente y tremenda, la valiente interpretación de un mito que convierte sus riesgos en aciertos y que depara una hora y cuarto de emoción cruda, directa.
A continuación, las inquietantes imágenes que dan comienzo al film. De nuevo el agua como elemento de purificación y dolor, de muerte y renacimiento. La iconografía bautismal dando forma a un prólogo donde se asientan las bases de lo que será el resto de la película: