En época de
crisis, cualquier atisbo de esperanza es bienvenido. Por eso resulta
paradigmático que en pocos meses se hayan estrenado dos películas como
"Gravity" y "Cuando todo está perdido", auténticos manuales
para sobrevivir en diferentes medios. Ambos films pretenden insuflar aliento y
demostrar que, por muy mal que vayan las cosas, es posible encontrar una
salida.
Casualidad o
tendencia, el caso es que J.C. Chandor cambia radicalmente de registro en su
segunda película como director y guionista. Si "Margin Call" contaba
con un guión verborreico y una acumulación importante de personajes, en
"Cuando todo está perdido" hay una ausencia total de diálogos y un
único personaje encarnado por Robert Redford.
El
septuagenario actor pone a prueba sus capacidades físicas en un trabajo
esforzado y muy exigente, una verdadera prueba de resistencia. No sólo porque
carece de compañeros de reparto en los que apoyarse y debe cargar él solo con
el peso de la película, sino también porque consigue dotar de humanidad a un
personaje del que ni siquiera llega a conocerse el nombre. Qué hace en mitad
del Índico el viejo marinero que interpreta y cuáles son las circunstancias
vitales que le han llevado hasta allí, son informaciones que el espectador
nunca sabe. El argumento se centra exclusivamente en los problemas que debe
afrontar desde el momento en que un contenedor a la deriva choca contra el
casco de su embarcación.
La película
podría haberse parecido a una versión catastrofista de "El viejo y el
mar". En lugar de eso, Chandor prescinde de voces en off, flashbacks y demás recursos narrativos para aliviar la trama,
y opta por lo directo. Todo cuanto sucede en la pantalla está encaminado a
mostrar la lucha por la supervivencia en alta mar de este hombre anónimo.
Aunque parezca lo contrario, Chandor no llega a realizar una película estrictamente
muda: además de las pocas palabras que se pronuncian durante el metraje, está
el elaborado diseño de sonido como paisaje del film. La riqueza sonora de
"Cuando todo está perdido" funciona como un personaje más, es el
aliento de la naturaleza que lo mismo amenaza que reconforta según la intención
de cada escena.
J.C. Chandor
tiene la habilidad de no intervenir demasiado en las acciones que se van
sucediendo, y concentra el foco de su cámara en el rostro avejentado de
Redford. Los surcos labrados por el tiempo y las arrugas del actor son el mapa
que guía la película, iluminada por el brillo de una mirada que todavía no se
ha apagado. Reconocemos el eco de Jeremiah Johnson es este navegante del que no
tenemos más noticias que su tenacidad y sufrimiento.
Lo curioso es
que siendo una película de acción, "Cuando todo está perdido" no se
recrea en planos espectaculares ni en elaborados movimientos de cámara o
grandes efectos. Hay algo ascético en la mirada que Chandor aplica sobre el
relato, en las imágenes que transpiran serenidad y comedimiento. Es de
agradecer que el director no se distraiga con elementos que no sean los
necesarios para que la trama avance con emoción y con la incertidumbre de un
desenlace abierto a interpretaciones.
En
definitiva, se trata de una película que puede ser vista bajo diferentes
ángulos: el de la acción sin condimentos o el de la alegoría de esta época
difícil en la que sólo los que resisten logran mantenerse a flote.