Ocho apellidos vascos. 2014, Emilio Martínez-Lázaro

El éxito incontestable de "Ocho apellidos vascos" demuestra aquello que dijo Beckett en una ocasión, que el público es un monstruo de mil culos. Mil culos y muchos más, soberanos e implacables, que reaccionan a las circunstancias coyunturales antes que a los méritos cinematográficos. Una opción tan legítima como cualquier otra cuando se trata de mantener el ánimo en medio de la zozobra.
La España multicultural encuentra su reflejo distorsionado en el espejo de esta película nacida para provocar la risa, una necesidad urgente en tiempos de crisis. Para ello se recurre a la fórmula clásica de comedia consistente en trasladar a un personaje arquetipo hasta un entorno que le es extraño: en este caso, el señorito andaluz en las agrestes tierras del Norte. Situación de contraste que la trama desarrolla mediante un humor ajeno a la sofisticación y al trazo fino, en favor del gag verbal y del chiste localista. Así, las diferencias entre vascos y andaluces dan lugar a toda una galería de clichés y lugares comunes frecuentados con anterioridad por los guionistas Borja Cobeaga y Diego San José en el programa de televisión "Vaya semanita".
El hecho de que "Ocho apellidos vascos" esté producida por TeleCinco explica en buena parte su condición de telefilm lastrado por la funcionalidad, de artefacto demasiado mecánico. Los acabados técnicos y artísticos redundan en lo convencional y escapan a la sorpresa, sensación que los actores no consiguen reflotar a pesar del esfuerzo. Sólo la labor de Karra Elejalde brilla por encima del conjunto y proporciona los mejores momentos de comedia. Sobre sus hombros se abandona un guión sin fuelle y una dirección poco inspirada, a pesar de que Emilio Martínez-Lázaro cuenta con algunos títulos que le abalan dentro del género. Películas como "Los peores años de nuestra vida" o "El otro lado de la cama" no consiguen dejar rastro en "Ocho apellidos vascos", tal vez porque sus creadores nunca sospecharon el enorme éxito que les aguardaba ni la repercusión que estaban a punto de obtener.
Así con todo, es merecido celebrar cualquier triunfo que se consiga en el mercado español, incluso si se trata de una película tan anodina y despreocupada como "Ocho apellidos vascos". O precisamente por ello.