El secuestro de Michel Houellebecq. "L'enlèvement de Michel Houellebecq" 2014, Guillaume Nicloux

Corría el año 2011, cuando la repentina desaparición de Michel Houellebecq durante la gira de promoción de una de sus novelas hizo que se propagaran toda clase de rumores. Una multitud dividida entre admiradores y detractores especulaba sobre el paradero del escritor, los primeros con preocupación y los segundos frotándose las manos. Entre las hipótesis que se barajaban estaba la del secuestro. 
Tres años después, el director Guillaume Nicloux recupera esta anécdota y la convierte en material para una película de ficción en la que interviene el propio Houellebecq como protagonista. El secuestro de Michel Houellebecq conjetura con lo que podría haber pasado en aquellos días si la vida tuviese un guionista ingenioso y con sentido del humor. El film desde luego lo tiene.
Nicloux sale indemne de los retos que plantea la película, el primero de ellos conjugar a la persona de Houellebecq con el personaje. El escritor se presenta en la pantalla fiel a sí mismo sin desdeñar los mecanismos de la invención, y además lo hace con naturalidad y una sencillez cuidadosamente estudiada. Todo cuanto sucede en la película parece fruto de la espontaneidad, y sin embargo, todo resulta intencionado y coherente. Incluso el Houellebecq polemista e incómodo se muestra cercano, casi entrañable, en su encarnación cinematográfica. No se trata de un lavado de imagen, al contrario: el espectador puede sorprenderse al descubrir a un literato vulnerable que trata de convivir con sus compulsiones y al que le preocupa más la posesión de un mechero que la de su libertad.
El segundo reto que asume el film es el de conjugar la crónica del secuestro, la digresión filosófica y la comedia burda, en una amalgama que juguetea con lo real y lo falso. Más que una víctima, Houellebecq aparece como un espectador privilegiado de su propio cautiverio. La galería de personajes que le rodea conforma un paisaje humano variopinto, entre lo común y lo excéntrico, como una familia postiza que deja en evidencia las virtudes y las debilidades del autor de Plataforma. La capacidad que demuestra Houellebecq de reírse de sí mismo es sin duda lo mejor de una película que no sólo satisfará a sus lectores habituales, sino también al público que piense que inteligencia y comedia no son términos contrapuestos.