El puente de los espías. "Bridge of spies" 2015, Steven Spielberg

Si hay un director en activo cuya filmografía conserve un cordón umbilical con el cine clásico, ese es Steven Spielberg. En sus películas pervive el rigor de John Ford, la mirada de David Lean y el espíritu de Frank Capra, con los que comparte además el talento para la narración. Como a Howard Hawks, a Spielberg le gustan las historias de profesionales, su cine es la reivindicación del oficio: el arqueólogo Indiana Jones, el jefe de policía de Tiburón, el agente del FBI de Atrápame si puedes, el empresario de La lista de Schlinder… hombres firmes que luchan contra las adversidades por una causa que creen justa. El propio Spielberg convierte cada uno de sus films en una proclamación del oficio de cineasta. Buena prueba de todo esto está en El puente de los espías.
La película comienza con la rutina de un espía ruso en el Nueva York de los años cincuenta. Rudolf Abel pasa las jornadas pintando cuadros, manejando información confidencial y descifrando códigos, hasta que un buen día es apresado por los servicios de inteligencia norteamericanos. La ingrata tarea de su defensa en un juicio que es en realidad una farsa recae sobre James Donovan, un escrupuloso abogado que se dedica a las pólizas de seguros. Pronto se establece entre los dos una relación de complicidad que les pondrá en apuros frente a sus respectivos bandos, confrontados por la Guerra Fría. Ambos son profesionales obedientes que se reconocen entre sí y que mantienen, pese a las vicisitudes, un código ético basado en la honestidad. A partir de aquí, la película se expande por multitud de ramificaciones en un guión escrito por Matt Charman y los hermanos Coen, basado en hechos reales.
El puente de los espías sostiene la emoción durante todo el metraje, además de reflejar el drama de una época convulsa sin eludir por ello los toques de comedia necesarios para aliviar la tensión. En ocasiones parece una película de otra época. Spielberg es un buen conocedor del cine de género y sabe cómo emplear las herramientas narrativas para conservar el interés del espectador. Hay una historia principal, que conduce la trama, y otras pequeñas historias invisibles que sujetan el armazón narrativo: la relación secreta entre la hija del abogado y su joven ayudante, los temores del espía soviético a las represalias en su país, la incertidumbre de los pilotos militares ante una importante misión… son apuntes a pie de página, subtramas que aparecen como afluentes para fortalecer el cauce del guión y completar el conjunto. El puente de los espías es una película prolija, cargada de información, que no resulta en ningún momento confusa ni extenuante. Al contrario, las escenas se suceden con fluidez gracias también a la impecable factura técnica.
Los esfuerzos de la producción se ven reflejados en la pantalla con agudeza y sabiduría gracias al trabajo fotográfico de Janusz Kaminski, fiel colaborador de Spielberg durante más de veinte años. Las imágenes del film destilan el aroma de otros tiempos, la paleta de colores, la luz difuminada... son el envoltorio perfecto para una película que no busca la belleza ornamental, sino la contundencia visual. Otro tanto se puede decir del sonido. Al cuidado diseño acústico se añade el hecho de que por segunda vez en una película de Spielberg, John Williams no se haga cargo de la banda sonora (la primera fue El color púrpura). Esta labor corresponde al compositor Thomas Newman, creador de una música de gran evocación y expresividad.
En el elenco de El puente de los espías se encuentra Tom Hanks, actor con el que Spielberg ha demostrado en otras ocasiones tener una enorme sintonía, y Mark Rylance, artista británico vinculado al teatro que compone aquí un personaje inolvidable. Su encarnación del espía soviético es matizada y concisa, y se engrandece al compartir escena con el talento de Hanks. La relación entre ambos proporciona algunos de los mejores momentos en una película ajustada como un mecanismo de relojería, inteligente y emocionante a partes iguales. Una prueba más de la capacidad de Steven Spielberg para crear cine sólido y grande, resistente al paso del tiempo.