El artista. 2008, Mariano Cohn y Gastón Duprat

Primera película de ficción de Mariano Cohn y Gastón Duprat tras haber debutado en el documental dos años antes. Siendo un trabajo temprano, El artista anticipa ya algunas de las claves que se desarrollarán en títulos posteriores como El hombre de al lado o El ciudadano ilustre: la fábula de moraleja oscura, el protagonista con aptitudes creativas, el conflicto de calado ético. Estas constantes abarcan además una realidad mucho más amplia, la visión general sobre la sociedad argentina de Cohn y Duprat. De ahí el carácter alegórico de sus historias, teñidas de crítica y escepticismo. En el caso de El artista, lo que se cuestionan son las paradojas del mercado del arte contemporáneo y las nociones de la autoría y el talento.
Con estos mimbres se podía haber tejido un argumento cargado de reflexiones o un film-ensayo para eruditos. En lugar de eso, Cohn y Duprat optan por una narrativa minimalista y muy sintética, tanto en el argumento como en la forma. El artista transcurre a través de escenas reposadas, con pocos diálogos pero muy certeros, en las que se cuenta solo lo imprescindible para que la acción avance. La elocuencia está en las palabras pero, sobre todo, en los silencios. Una opción acorde con las imágenes, ya que éstas construyen también un discurso basado en la sugerencia, en la duración y en el encuadre. Es como si Cohn y Duprat hubiesen querido hacer una película pretendidamente artística para hablar del arte, buscando composiciones forzadas y ángulos de intención estética. Hasta el punto de que la cámara y el montaje son dos personajes más en el film, con su propia identidad y sin las ataduras del lenguaje cinematográfico tradicional. Dicho de otro modo: cada secuencia de El artista funciona como un pequeño relato en sí mismo, en medio de una atmósfera extraña y ensimismada que tiene mucho que ver con el carácter del protagonista.
Tampoco en el reparto han optado Cohn y Duprat por lo convencional. Los protagonistas están interpretados por Sergio Pángaro y Alberto Laiseca, conocidos respectivamente por sus facetas musicales y literarias, y que aparecen aquí dando entidad a sus personajes. Ni siquiera necesitan ser grandes actores, porque El artista se mueve en el terreno de las ideas y los conceptos, sin tener que plegarse a las exigencias de la trama ni al diablo que se esconde en los detalles. Al contrario, es una película que obliga a participar al espectador completando los huecos del guión y el fuera de campo visual, hasta desembocar en uno de esos finales abiertos que tanto desconciertan al público desprevenido.
En definitiva, El artista es una apuesta que luce orgullosa su condición de opera prima y sus ganas de suscitar la reflexión apelando a la inteligencia y a la creatividad. Una película que trata sobre el arte, que ofrece arte y que demanda arte al espectador. Los valientes están convocados.