Bajo la arena. "Under sandet" 2015, Martin Zandvliet

Los buenos narradores saben que para contar una historia no es necesario acudir a los escenarios importantes ni a los grandes personajes. Muchas veces, el peso emocional se esconde en la trastienda de lo que se cuenta habitualmente. Esto sucede en Bajo la arena, un drama ambientado en las playas de Dinamarca al término de la 2ª Guerra Mundial, donde un grupo de jóvenes soldados alemanes son obligados a desenterrar las miles de minas que dejó allí el ejército nazi en previsión de un posible desembarco aliado. El director Martin Zandvliet construye con este pequeño relato un inventario de los horrores de la guerra desde una perspectiva íntima, muy ligada a los personajes.
La película adopta el tono de narración clásica que corresponde a la época y a los acontecimientos que se representan, centrando el foco de la cámara en los paisajes naturales y en los personajes. La belleza de las localizaciones contrasta con el peligro que se oculta bajo la superficie, esa arena a la que alude el título, elemento que Zandvliet aprovecha para dilatar la tensión y el drama. El propio director firma un guión que conjuga la recreación histórica con la denuncia antibelicista, la tragedia personal con la del contexto.
Como es de esperar, la película otorga una gran importancia al perfil de los personajes y a los actores que les dan vida. Un plantel que congrega a debutantes y profesionales, todos alrededor de la presencia casi constante de Roland Møller. Su interpretación es matizada y muy completa, capaz de abarcar un arco expresivo que va del gesto violento a la introspección, según lo requiere cada escena. Bajo la arena pone en imágenes los conflictos internos y externos de los personajes de manera bella, que no es lo mismo que complaciente, buscando la plasticidad visual y la evocación del pasado a través de los recursos propios de la fotografía (la luz, el color, la profundidad de campo).
El tercer largometraje de Zandvliet luce bien sus medios técnicos y artísticos, puntales de la cinematografía danesa, y aprovecha hasta la última corona de esta producción sencilla en apariencia pero de hondo calado, como conviene a toda fábula. Y es que Bajo la arena tiene la virtud de trascender los márgenes temporales y territoriales de la ficción, para expandir su moraleja hasta los públicos de cualquier latitud sin que el contenido pierda fuerza por el camino.