No es casualidad que en pantallas de diferentes tamaños coincidan producciones con características tan similares como It y Strangers things. Sus autores aprendieron de los mismos maestros y hoy les rinden un tributo generacional: Spielberg, Cameron, Carpenter, Craven... son nombres de referencia que tanto el argentino Andrés Muschietti como los hermanos Duffer recuperan en el presente contagiados por la fiebre de los años ochenta. Pero no se trata sólo de una moda. Hay algo edípico en este afán por superar al padre como método de auto-afirmación, de demostrar que los alumnos pueden contar las mismas historias pero con mayores dosis de espectacularidad. Es el signo de los nuevos tiempos: parecer más grande y más fuerte por el uso de los anabolizantes que reportan los efectos especiales.
Muschietti emplea las nuevas tecnologías con la inteligencia y el respeto que le merecen la novela original de Stephen King, otro icono de la época. Para ello divide el texto de partida en dos películas, de las cuales ésta es la primera parte y se corresponde con la infancia de los protagonistas. Un grupo de muchachos que se traslada de un lugar a otro en bicicleta, con perfiles diferenciados y que recuerda a los que aparecían en Los Goonies o E.T. Sobre ellos se cierne la amenaza de un inquietante ser con forma de payaso que provoca la desaparición de otros niños de la localidad, un personaje con la habilidad de despertar el terror más íntimo de cada persona. Al igual que en películas como Viernes 13 o Pesadilla en Elm Street, los miembros de la pandilla son atacados en los momentos de mayor vulnerabilidad (normalmente cuando están solos), mientras que en compañía son capaces de hacer frente al slasher. Esto convierte a It no solo en un film de terror sobrenatural, sino también en una alabanza a la amistad con ribetes de comedia y de costumbrismo al estilo del gótico americano.
Más allá de los elementos coyunturales y de las apelaciones a la nostalgia que ofrece It, lo que finalmente queda es un brillante ejercicio de género capaz de mantener la tensión durante todo el metraje, con una factura técnica impecable y unos actores que cumplen a la perfección con sus personajes. La banda sonora compuesta por Benjamin Wallfisch y la fotografía de Chung Chung-Hoon contribuyen a la creación de una atmósfera muy elaborada, que revisa lugares comunes sin dejar de aspirar por ello a la belleza. En suma, It es una de las propuestas más estimulantes del cine de horror surgidas en las últimas temporadas, al tiempo que consagra a Andrés Muschietti como un director que no se contenta sólo con asustar a los espectadores adolescentes, sino que trata también de agitar los nervios de los adultos valiéndose del talento narrativo y de su capacidad para mover los resortes de la memoria cinematográfica.
Muschietti emplea las nuevas tecnologías con la inteligencia y el respeto que le merecen la novela original de Stephen King, otro icono de la época. Para ello divide el texto de partida en dos películas, de las cuales ésta es la primera parte y se corresponde con la infancia de los protagonistas. Un grupo de muchachos que se traslada de un lugar a otro en bicicleta, con perfiles diferenciados y que recuerda a los que aparecían en Los Goonies o E.T. Sobre ellos se cierne la amenaza de un inquietante ser con forma de payaso que provoca la desaparición de otros niños de la localidad, un personaje con la habilidad de despertar el terror más íntimo de cada persona. Al igual que en películas como Viernes 13 o Pesadilla en Elm Street, los miembros de la pandilla son atacados en los momentos de mayor vulnerabilidad (normalmente cuando están solos), mientras que en compañía son capaces de hacer frente al slasher. Esto convierte a It no solo en un film de terror sobrenatural, sino también en una alabanza a la amistad con ribetes de comedia y de costumbrismo al estilo del gótico americano.
Más allá de los elementos coyunturales y de las apelaciones a la nostalgia que ofrece It, lo que finalmente queda es un brillante ejercicio de género capaz de mantener la tensión durante todo el metraje, con una factura técnica impecable y unos actores que cumplen a la perfección con sus personajes. La banda sonora compuesta por Benjamin Wallfisch y la fotografía de Chung Chung-Hoon contribuyen a la creación de una atmósfera muy elaborada, que revisa lugares comunes sin dejar de aspirar por ello a la belleza. En suma, It es una de las propuestas más estimulantes del cine de horror surgidas en las últimas temporadas, al tiempo que consagra a Andrés Muschietti como un director que no se contenta sólo con asustar a los espectadores adolescentes, sino que trata también de agitar los nervios de los adultos valiéndose del talento narrativo y de su capacidad para mover los resortes de la memoria cinematográfica.