The Florida Project. 2017, Sean Baker

El director Sean Baker tiene querencia por los personajes marginales y las situaciones difíciles. Su cine muestra la cara oculta del sueño americano, haciendo visibles las realidades sociales que suelen mantenerse fuera de foco. Madres solteras que no llegan a fin de mes, niños desatendidos que vagan a la caza de algún estímulo, empleados precarios, profesionales de la supervivencia... Las criaturas que retrata Baker son contempladas con respeto pero sin admiración, no caen en el morbo fácil ni en el buenismo en el que suelen incurrir las producciones que abordan contenidos como los de The Florida Project.
De hecho, si no fuese por la estilización de las imágenes y por el cuidado con el que Baker compone los encuadres, la película podría parecer casi un documental. Es tal el realismo que alcanzan los actores, algunos de los cuales se colocan delante de una cámara por primera vez, que ellos solos son capaces de sostener The Florida Project. Porque en este caso no es el guión lo más importante, incluso se podría decir que es el único elemento que flaquea dentro del conjunto. Escrito por Baker y Chris Bergoch, su colaborador en los últimos años, el texto presenta durante el primer acto los personajes y escenarios principales. Hay una sucesión de episodios que narran el día a día de Moonee junto a otros niños que malviven en el Magic Castle Motel, un complejo de apartamentos que trata de disimular la miseria de sus inquilinos bajo una buena capa de colores chillones. El contraste se debe a que muy cerca está el parque de atracciones de Disney World, en Orlando, paraíso artificial que extiende su influjo incluso a las inmediaciones donde se hospeda el turismo barato.
Una vez que se ha completado el planteamiento del guión, el segundo acto tiene como objetivo preparar al espectador para la llegada del desenlace, una escena que rompe con todo lo anterior a través de una estética también diferente (del formato 35 mm. se pasa al vídeo digital). Sin embargo, hasta la llegada del final, la película se demora y subraya el carácter de los personajes innecesariamente, llegando incluso a acumular el metraje que hubiera sido descartado por un montador sin escrúpulos. El problema es que el responsable de esta tarea es el propio Baker, quien no parece dispuesto a renunciar a nada de lo filmado. Así, escenas como la del viejo que acude a merodear a los chicos o la del toples de Gloria en la piscina, podrían haber sido eliminadas sin que la película se resintiese. Ambos momentos están encaminados a mostrar el carácter tenaz y preocupado del gerente de la instalación, interpretado con maestría por Willem Dafoe. Una personalidad que ya se evidencia en otros momentos del film, por lo que se incurre en cierta reiteración narrativa.
Esta circunstancia impide que The Florida Project logre la excelencia a la que sí aspiran los actores. Además del magnífico y experimentado trabajo de Dafoe, es necesario destacar a Bria Vinaite y Brooklynn Prince, dos actrices nóveles que encarnan con total veracidad a la madre e hija protagonistas. Ellas ponen rostro a la exclusión y la falta de oportunidades que denuncia el film, en una crítica que elude el sensacionalismo y los panfletos. The Florida Project encaja a la perfección en la categoría de cine independiente, no sólo por el presupuesto sino más bien por el espíritu que guía esta película cruda y valiente, capaz de asumir riesgos que no siempre sabe resolver, pero a los que merece la pena prestar atención.