El correo del infierno. "Rawhide" 1951, Henry Hathaway

Una de las cuatro películas que el prolífico Henry Hathaway dirigió en 1951, perteneciente a uno de los géneros de su especialidad: el western. Sin embargo, no se trata de un western prototípico. En El correo del infierno aparece un héroe que siente miedo, un forajido con modales, una mujer que toma la iniciativa y muy pocos escenarios abiertos, ya que gran parte de la acción sucede en el interior de una parada y fonda para diligencias.
El guión está firmado por Dudley Nichols, cuyo talento para mantener la tensión narrativa y perfilar en unos pocos trazos el trasfondo de los personajes ya había quedado acreditado en sus trabajos con John Ford (La patrulla perdida, El delator, La diligencia, Hombres intrépidos...) En esta ocasión, traslada lo que bien podría haber sido una trama de cine negro hasta un remoto punto entre el Este y el Oeste de los Estados Unidos, donde una peligrosa cuadrilla de asaltadores retiene a los ocupantes de una estación de paso a la espera de que llegue la diligencia con su cargamento de oro. En contra de lo que solía ser habitual en los westerns de los años 50, el protagonista encarnado por Tyrone Power no es un rudo pistolero sino un empleado con instinto de supervivencia, quien debe compartir su cautiverio con una mujer de difícil pasado interpretada por Susan Hayward. Ella viene acompañada de una niña pequeña, el contrapunto perfecto a los bandidos capitaneados por Hugh Marlowe, entre los que milita un inolvidable Jack Elam.
El correo del infierno cuenta una historia bastante sencilla que elude las subtramas y los detalles innecesarios, lo que permite a Hathaway desarrollar sus buenas artes como narrador, tanto en el empleo de la cámara como en el tiempo. El director norteamericano elige siempre el encuadre preciso para generar emociones directas, yendo a favor del relato y transmitiendo la inquietud necesaria para mantener al público atento a la pantalla. A lo largo del metraje hay diseminada una serie de objetos (un cuchillo de cocina, unas notas manuscritas, un revólver caído en el suelo) que cumplen importantes funciones dramáticas y con los que Hathaway evidencia su capacidad para dotar a cada elemento de la relevancia adecuada. Nada falta ni sobra en esta película precisa como el mecanismo de un reloj, que cuenta además con el talento de Milton R. Krasner en la fotografía.
Las imágenes en blanco y negro de El correo del infierno no suelen citarse como referencias dentro del género, a pesar de que gracias a películas sobrias y concisas como esta, el western gobernó en las salas de cine durante las décadas de los 40 y 50 del pasado siglo. Tampoco Henry Hathaway y Dudley Nichols son nombres hoy reverenciados, en cambio, muchos de sus trabajos deberían ser tenidos en cuenta por los aficionados a la hora de hablar de precisión narrativa y de las posibilidades del lenguaje cinematográfico. El correo del infierno es un magnífico ejemplo.