Muchos hijos, un mono y un castillo. 2017, Gustavo Salmerón

Para hacer una buena película no es necesario contar con una técnica depurada, unos actores profesionales o un presupuesto abultado. Ni siquiera con un argumento complejo. Basta tener un gran personaje, uno de esos que llenan la pantalla y expanden su presencia aun cuando no aparecen en el plano. El actor Gustavo Salmerón encuentra este personaje en la figura de su propia madre, y crea en torno ella un peculiar documental en su debut como director de largometrajes.
La película sorprende ya desde la primera escena: Julita, la protagonista del relato, enumera los tres deseos que anhelaba antes de casarse. Tener Muchos hijos, un mono y un castillo, los cuales pudo conseguir a lo largo de una vida llena de vicisitudes. Salmerón ejerce a la vez como productor, guionista, cámara y director, realizando grabaciones que se han extendido durante catorce años... aunque el argumento abarca un plazo mucho más amplio, ya que el metraje también incluye imágenes del archivo doméstico de la familia y los recuerdos que estos comparten con el público. Desde las dificultades de la posguerra hasta la actual situación de crisis, el documental traza un arco temporal que tiene que ver con el devenir del país, eso sí, bajo una perspectiva bastante peculiar. Porque el carácter de los García Salmerón propicia la comedia y un curioso género que se podría denominar costumbrismo extravagante, o cómo hacer de lo excepcional algo cotidiano.
El documental depara numerosos momentos para la risa e incluso la carcajada, pero sin llegar a confundir en ningún momento el humor con la incoherencia. Salmerón vigila que la narración mantenga siempre el sentido preciso para que la trama avance, y emplea para ello una excusa argumental, un MacGuffin: la búsqueda entre las pertenencias familiares de una caja donde se conservan las vértebras de una antepasada, algo así como encontrar una aguja en un inmenso pajar gobernado por Diógenes. En medio de todo este fabuloso caos, Julita representa la figura de la suma sacerdotisa oficiando un ritual basado en lo impredecible y la diversión. Ella expande su verbo fecundo a lo largo y ancho de la película, dejando el poso de su sabiduría octogenaria en las imágenes de calidad amateur del film. Este contraste define el estilo practicado por Salmerón, basado en la dicotomía entre vejez y juventud, reflexión y desconcierto, melancolía y ligereza... términos que se aplican tanto a la forma como al contenido de Muchos hijos, un mono y un castillo. En definitiva, una película original e inesperada que cuenta, además, con una deliciosa banda sonora compuesta por Mastretta. A continuación, un pequeño ejemplo de todo lo apuntado en forma de tráiler: