Loving Vincent. 2017, Dorota Kobiela y Hugh Welchman

La figura de Van Gogh posee tanta fuerza como su propio arte, por eso no es extraño que diferentes cineastas hayan tratado de recrear la vida del pintor a lo largo de los años. Desde la canónica versión made in Hollywood de Vincente Minnelli hasta la más naturalista de Maurice Pialat, pasando por insignes directores como Akira Kurosawa o Robert Altman. Todos ellos han ayudado a fijar el molde del creador atormentado y comprometido con su pintura, a la que entregó por completo su energía y estabilidad. En pocas palabras: Van Gogh ha sido siempre carne de celuloide.
Sin embargo, la visión que se ofrece en Loving Vincent es tremendamente original, y lo es por distintos motivos. Lo primero que llama la atención es su aspecto formal, ya que la película ha sido filmada con actores reales y después pintada al óleo fotograma a fotograma, reproduciendo el estilo del autor neerlandés. Presenciar las imágenes del film es lo más parecido a adentrase en los cuadros de Van Gogh: los colores, las pinceladas, la iluminación... son regenerados con escrupulosa fidelidad, dotando de movimiento a las telas y tejiendo un argumento entre ellas.
Porque Loving Vincent también depara sorpresas en el terreno narrativo. El guión escrito por Dorota Kobiela y Hugh Welchman, a su vez los directores del film, adopta una estructura detectivesca cuya trama comienza unos días después de la muerte del pintor. Mientras estuvo en Arlés, Van Gogh no había dejado de mantener correspondencia con su hermano Théo, lo que le hizo entablar una relación de afecto con el cartero Rounlin. Este conserva una última carta del pintor sin entregar, por lo que encarga a su hijo Armand que termine la tarea. A partir de aquí, el argumento sigue los pasos de Armand tratando de desentrañar las motivaciones de Van Gogh para quitarse la vida y los tensos vínculos que le unían con los demás vecinos de la localidad: el doctor Gachet, su hija Marguerite, el comerciante Père Tanguy, la joven Adeline cuya familia le daba hospedaje... Todos ellos fueron retratados por Van Gogh en conocidas pinturas que cobran vida en la pantalla. En cierta manera, la narración de Loving Vincent recuerda mucho a la de Ciudadano Kane, ya que ambas siguen las pesquisas de un investigador que trata de encontrar la verdad tras una muerte llena de interrogantes, mediante una sucesión de entrevistas con personas que le trataron en algún momento.
La música compuesta por Clint Mansell ayuda a sostener la tensión y el dramatismo de la historia, fundamentales para definir la atmósfera que Kobiela y Welchman imprimen en su primer largometraje. Con todos los elementos citados, la pareja de directores elabora una de las experiencias más estimulantes que puedan vivirse en una sala de cine. Pocas veces como en Loving Vincent está tan justificada la denominación "obra de arte", por medio de un trabajo arduo y respetuoso con la figura homenajeada que no elude las dobleces de la personalidad de Van Gogh. A continuación, un breve vídeo que muestra algunos detalles del proceso de producción de la película: