Los que no perdonan. "The unforgiven" 1960, John Huston

A pesar del gusto por la aventura que John Huston desarrolló a lo largo de su carrera, no fue el western uno de sus géneros predilectos. El cineasta norteamericano lo empleó como trasfondo de algunos films (El tesoro de Sierra Madre, Vidas rebeldes) sin apenas llegar a profundizar en él, con la salvedad de El juez de la horca y Los que no perdonan. Con esta última inauguró la década de los sesenta, reuniendo a dos de los actores más carismáticos de la época, Burt Lancaster y Audrey Hepburn. El resultado no pudo ser mejor.
La película adapta la novela homónima de Alan Le May, autor del texto en el que se basó Centauros del desierto, con la que Los que no perdonan mantiene algunas similitudes. Ambas obras plantean un conflicto racial a partir de una niña separada de su familia y adoptada por miembros de otra raza. En la película de Ford, los indios se encargan de criar a una joven blanca que con los años es reclamada por su parentela original, mientras que en el film de Huston se trata de una niña india crecida entre blancos. También en las dos películas existe una relación de amor imposible, que se mantiene en secreto, (entre Ethan y su cuñada en el caso de Centauros del desierto, y entre los hermanastros que protagonizan Los que no perdonan) y una escena de asedio por parte de una tribu india a una casa habitada por una familia blanca. Esta escena es mucho más larga en el film de Huston y ocupa todo el tercer acto, marcando una clara división de tonos dentro del guión.
Los que no perdonan comienza con aire desenfadado, la presentación de los personajes es muy ágil y rápidamente se plantean los hilos argumentales que se irán trenzando durante la narración. Los personajes femeninos (Hepburn y su madre, interpretada por Lillian Gish) gobiernan en el escenario doméstico, anunciando algunas claves que luego serán determinantes en la trama (el caballo blanco de Hepburn, el ganado que puede acceder al tejado de la casa) y creando expectativas ante la llegada del personaje principal, interpretado por Lancaster. El actor encarna con brillantez al referente familiar que suple la ausencia del padre (materializado en la cruz enclavada frente a la casa) y que representa la idealización proveniente de Wichita, esa ciudad civilizada y moderna de la que tanto se habla pero que nunca llega a aparecer en pantalla. Como es habitual, hay otra familia vecina con la que se abren posibilidades comerciales y casaderas, y que engrosa el nutrido plantel de personajes que puebla el film. En el primer acto abundan las situaciones de comedia y los diálogos chispeantes, en los que Huston demuestra su habilidad para filmar en exteriores, potenciando la grandiosidad de las localizaciones naturales mediante el uso del formato anamórfico de Panavision.
El segundo acto pierde ligereza ante el predominio del drama, que ya se vuelve tenso y se agrava en el tercer acto, el cual transcurre en su mayoría en decorados interiores. Las buenas artes del guionista Ben Maddow encuentran su traslación musical en la partitura de Dimitri Tiomkin, mucho más presente en la primera mitad del film que en la segunda. No es de extrañar ya que, según avanza la acción, los disparos y los demás efectos sonoros van cobrando importancia hasta monopolizar la banda sonora. También la fotografía de Franz Planer se va oscureciendo en consonancia a la tragedia que hostiga a los protagonistas, con impresionantes escenas nocturnas (la del ajusticiamiento en la horca) y una gran plasticidad, tanto en los paisajes como en los primeros planos. A todos estos nombres se suma el montador Russell Lloyd, capaz de imprimir en cada secuencia el ritmo adecuado para generar distintas emociones, algo que sin duda no le falta a Los que no perdonan. Era difícil fallar con semejante equipo técnico y artístico, ante los cuales John Huston se comporta como un eficaz director de orquesta: cada nota suena perfectamente afinada, cada elemento está medido con precisión dentro del conjunto y refuerza a los que están a su alrededor.
En suma, Los que no perdonan es una de las películas más redondas y contundentes de un autor inspirado, en pleno estado de forma. Integra el ramillete de grandes obras que Huston tiene en su haber y que le han erigido como uno de los directores más importantes del cine clásico norteamericano, lo que equivale a decir del cine de todos los tiempos. A continuación, una breve glosa en torno a la figura del gran John Huston, cortesía del canal TCM: