Anastasia. 1956, Anatole Litvak

A principios de los años cincuenta, todavía estaba lejos de certificarse el destino de la familia del zar ruso Nicolás II. Las sospechas de que algunos de sus miembros hubieran podido sobrevivir al ataque por parte de las fuerzas revolucionarias se centraron en la figura de la duquesa Anastasia, un hecho que inspiró a la dramaturga Marcelle Maurette para escribir una obra de teatro que obtuvo gran éxito. La compra de los derechos por parte de los ejecutivos de Twentieth Century Fox no se hizo esperar y, para trasladar el texto a la pantalla, contaron con un director de origen eslavo que pudiera dar credibilidad al proyecto. Anatole Litvak ofrecía también garantías por su dominio de la puesta en escena y su elegancia a la hora de mover la cámara, sin embargo, los ojos de todo Hollywood estaban puestos en la actriz encargada de dar vida a la protagonista, ya que la elección de Ingrid Bergman suponía su regreso tras haber sido repudiada por su relación con Roberto Rossellini en Italia.
Así pues, la adaptación cinematográfica de Anastasia tenía todos los ingredientes para suscitar el interés tanto del público como de la industria. El resultado no defraudó a nadie. La película aúna el contexto histórico con la reflexión acerca de la identidad, todo narrado con un sentido del entretenimiento carente de complejos. Litvak adapta con destreza el ritmo a cada escena según su intención dramática, cómica o romántica, y siempre poniendo en relieve la evolución del relato. Tanto el cuidado diseño de producción como la música, la fotografía y el montaje están perfectamente calibrados para provocar emociones en el público, pero sobre todo, son las interpretaciones las que insuflan vida a la película.
Ingrid Bergman está soberbia, capaz de resolver las complejidades de su personaje con oficio e inspiración. La actriz sueca abarca un amplio arco de sentimientos que van de la incertidumbre a la entereza, pasando por la vulnerabilidad, la seducción, el arrojo... siempre con la verosimilitud y la entrega que le caracterizan. Yul Brynner, Helen Hayes, Akim Tamiroff y los demás compañeros de reparto encarnan con precisión a los miembros de la aristocracia y a los aspirantes a ingresar en ella. Una fauna ataviada con detalle y que esgrime maneras muy teatrales, acordes a la atmósfera que se respira en el film. Y es que Anastasia adopta la apariencia de opereta, de gran guiñol en el que Anatole Litvak deja evidencia de su habilidad para articular el movimiento interno y externo del plano (sirva la escena en el ballet como ejemplo), y para componer imágenes que perduran en la memoria. Su nombre no figura en el panteón de los grandes cineastas, ni falta que le hace. Porque su triunfo fue crear divertimentos de acabado digno y pulcro, practicar un cine de expectativas comerciales sin abandonar la calidad ni el respeto por el público.
A continuación, el tema principal de la banda sonora compuesta por Alfred Newman. Música con una orquestación poderosa y el romanticismo que requiere la historia de Anastasia. Que lo disfruten: