El estrangulador de Rillington Place. "10 Rillington Place" 1971, Richard Fleischer

Tres años después de dirigir El estrangulador de Boston, Richard Fleischer retoma la figura del asesino de mujeres que se enmascara bajo una apariencia de normalidad para cometer sus crímenes. Al igual que aquella, El estrangulador de Rillington Place se basa en hechos reales, pero esta vez la acción se sitúa en un Reino Unido aquejado por la posguerra de los años cuarenta, lo que permite establecer una comparación entre la podredumbre moral del protagonista y las dificultades económicas del lugar que da título al film.
El estrangulador de Rillington Place es una producción más íntima y modesta que su antecesora, no solo en términos financieros, sino también en el propio carácter del argumento. La mayor parte del metraje sucede en decorados de interior que transmiten una sensación claustrofóbica y de deterioro, acorde al objetivo que persigue Fleischer, que no es otro que causar desasosiego al espectador. Una tensión serena, que se dilata en el tiempo y prescinde de los golpes de efecto pero que siempre está ahí, agazapada tras las lentes del Sr. Christie. Es por eso que no hay un límite preciso que distinga al personaje interpretado por Richard Attenborough del escenario que habita, son dos partes de un mismo ente esquinado y oscuro.
El guión parte del libro escrito por Ludovic Kennedy en el que se analiza el caso varios años después, y tiene como principal acierto no pretender narrar la carrera homicida del protagonista, sino más bien centrarse en una víctima en concreto y en los acontecimientos derivados de su muerte. La película comienza con un asesinato en el que se descubre el modus operandi del estrangulador, un recurso narrativo muy inteligente que mantiene alerta al público con la llegada a la casa de la joven encarnada por Judy Geeson. En adelante, la atención se centra en saber cómo y cuándo acontecerá el siguiente homicidio. Pero la mujer no viene sola. Tiene una niña pequeña y un marido al que da vida John Hurt, perfecto en su papel de pobre ignorante con ínfulas de superioridad. La relación que se establece en el triángulo de personajes (al que se suma en el tercer acto la esposa del protagonista) marca el desarrollo de la narración, por encima de las pesquisas policiales y de otros protocolos de la ficción. Hay una escena judicial de gran eficacia dramática, pero el resto del film se enmarca dentro del espectro psicológico de los personajes, de sus acciones y sus reacciones guiadas por el instinto.
Es por estos motivos que El estrangulador de Rillington Place supone un ejercicio de cine que pone a prueba a Fleischer como director (lástima de los zooms, tan en boga en la época), y a Attenborough y Hurt como actores. No son los únicos nombres a destacar, ya que es justo reconocer también la labor fotográfica de Denys Coop, quien suma su talento para la luz y el color a un equipo en plenitud de facultades. La película vuelve a demostrar la versatilidad de Richard Fleischer y su pasión por afrontar retos diferentes, lo que ha dado como resultado una carrera un tanto irregular en la que brillan algunas gemas como El estrangulador de Rillington Place.