CABALLO DE BATALLA. "War horse" 2011, Steven Spielberg

Desde el inicio de su trayectoria, Steven Spielberg ha revisado numerosas veces el cine clásico, ya sea de manera general en algunas películas (Indiana Jones) o por medio de detalles en otras (la escena de las ranas de E.T.) Son reconocimientos del director a la escuela que todavía hoy nutre su estilo y que se manifiestan de manera más o menos evidente según el proyecto que tiene entre manos. Uno de los títulos que apelan de forma directa a esta tradición es Caballo de batalla, basada en la novela homónima de Michael Morpurgo y su posterior versión teatral. Spielberg aprovecha el argumento, los escenarios y la iconografía que suscita el libro para rendir tributo a dos de sus cineastas de cabecera: David Lean y John Ford. Todo ello manufacturado con el rigor de una gran producción y el objetivo de contentar a un público amplio, en especial a ese que se define como público familiar. ¿Qué quiere decir esto? Pues que Caballo de batalla tiene la corrección como característica principal, lo cual equivale a decir que evita correr riesgos y que pretende no molestar a nadie en favor de una emotividad diseñada con esmero. Para ilustrarlo, basta señalar la imagen en la que dos jóvenes soldados son ejecutados tras haber sido capturados por el enemigo en el interior de un molino. Una de las aspas se cruza en mitad del plano para ocultar el instante del disparo, todo un ingenio visual cuyo fin es suavizar el horror bélico de una película ambientada en la I Guerra Mundial. El hecho de que el libro de partida esté orientado a los lectores jóvenes condiciona el tono y el desarrollo de la película, cercanos al cuento de moraleja aleccionadora y al didacticismo con cierto exceso de glucosa.
Para lograr dicha contención y acentuar otras sensaciones, Spielberg se vale de su equipo habitual: Janusz Kaminski en la fotografía, John Williams en la música y Michael Kahn en el montaje. Los tres saben pulsar las teclas adecuadas para generar los sentimientos que precisa cada escena del film, por eso, la narración de Caballo de batalla transcurre con una fluidez bien engrasada, a pesar de sus dos horas y media de duración. La variedad de localizaciones y de actores también contribuye a ello, con un reparto que contiene nombres consagrados del panorama británico como Peter Mullan, Emily Watson o David Thewlis, junto a debutantes como el protagonista Jeremy Irvine, entre muchos otros intérpretes de probada solvencia. Es una lástima de Irvine carezca del carisma que requiere su personaje, algo que desluce en parte el resultado.
Aunque Caballo de batalla no sea una gran película ni se encuentre entre las mejores de Spielberg, sí evidencia su habilidad para conjugar la dimensión épica de la historia con las motivaciones íntimas que mueven a los personajes. Un film que cumple el propósito de entretener al grueso de los espectadores, por medio de la fórmula narrativa de tomar como hilo conductor un elemento (el caballo) que va pasando de mano en mano hasta completar el círculo del relato. Algo que practicó hace tiempo Anthony Mann, otro referente del cine clásico al que Steven Spielberg profesa su homenaje en esta revisitación que es Caballo de batalla. Un eficaz producto de consumo que hubiera alcanzado cotas más altas de haber contado con menos dosis de azúcar y mayor naturalidad y atrevimiento.
A continuación, uno de los temas que integran la magnífica banda sonora compuesta por John Williams. Relájense y disfruten: