SOBRE LO INFINITO. "Om det oändliga" 2019, Roy Andersson

Una noche de navidad en el interior de un bar. Suena un villancico mientras los clientes miran caer la nieve a través de los cristales, todos salvo uno, que bebe solitario en la barra. Alguien se expresa en voz alta: ¿No les parece fantástico? Todo es fantástico, al menos a mí me lo parece. Estas palabras definen el espíritu de Sobre lo infinito, el sexto largometraje de Roy Andersson que dirige nada menos que con 76 años. Su capacidad para hacer convivir en la pantalla lo sublime con lo insignificante sigue intacta, hasta el punto de que ambos extremos llegan a igualarse porque son representados de la misma manera. Da lo mismo que se trate de una pareja volando por el cielo que un conductor asomado al capó de su coche, cada momento adquiere el mismo grado de importancia en la película y es puesto en escena con el característico estilo desarrollado por el cineasta sueco a base de planos fijos, ángulos elevados de cámara y encuadres de influencia pictórica. En ellos, Andersson buscan la profundidad mediante composiciones muy elaboradas, en una sucesión de escenarios tamizados por luces diáfanas y tonalidades suaves de color. Es lo más parecido a contemplar una serie de estampas o fragmentos de algo que nunca se cuenta del todo, retazos de historias unidas por un carácter común que queda descrito en el título.

Esta estructura poliédrica semejante a un caleidoscopio de secuencias cuyo orden podría ser alterado sin afectar al total, hace pensar en un cine cubista, puesto que el detalle en sí mismo no cobra significancia hasta que se valora el conjunto. Las imágenes ideadas por Andersson con gran meticulosidad poseen su sello inconfundible, y así lo interpreta el director de fotografía con quien trabaja en cada ocasión. También los actores y el equipo técnico, todos a bordo del mismo barco capitaneado por Andersson, surcando aguas que ningún otro director ha explorado antes como él.

Lo absurdo y lo trágico, lo banal y lo reflexivo, lo hermoso y lo feo... son conceptos que se alternan en Sobre lo infinito y se mezclan generando una atmósfera muy particular que recuerda al teatro y, más que nunca, a la poesía. La voz en off de una mujer enuncia muchas de las situaciones como si fueran versos de un poema que se completa durante el metraje: vi a un hombre que quería sorprender a su esposa preparándole una buena cena, vi a un hombre con la cabeza en otro lugar, vi a un hombre que no confiaba en los bancos y guardaba sus ahorros bajo el colchón... son frases que se refieren en pasado a un relato en construcción y que emparenta Sobre lo infinito con la narración clásica fragmentada, a la manera de Las mil y una noches. Si es verdad como se ha dicho que este es el último film del director, será un magnífico broche de oro a una trayectoria fascinante y singular. Aunque Roy Andersson, ya se sabe, tiende al infinito.