TARÁNTULA. 1955, Jack Arnold

A raíz del éxito que supuso la película Them!, la cual presentaba el ataque contra la humanidad de una invasión de hormigas gigantes, se produjo durante los años cincuenta un reguero de títulos que mostraban la amenaza de toda clase de insectos de tamaños desproporcionados: escorpiones, moscas, mantis religiosas... Uno de los ejemplos más destacados de este subgénero es Tarántula, ideada y dirigida por Jack Arnold, experto en sacar adelante films de tema fantástico con presupuestos ajustados.

Aunque Tarántula está respaldada por un gran estudio como Universal, se trata de una de esas películas elaboradas para completar los programas dobles en autocines y salas de segunda categoría. Esto quiere decir que ni el guion ni la interpretación de los actores son una prioridad, en favor de los efectos especiales, la gran baza del conjunto. Los trucos ópticos que hacen posible la sobredimensión de la tarántula son un despliegue de artesanía y creatividad que depara los mejores momentos del film, y son su razón de ser. Por lo tanto, no caben los prejuicios a la hora de evaluar la voluntad puramente escapista y de entretenimiento ejercitada por Arnold en esta película que le sirve como banco de pruebas para practicar la técnica que perfeccionará después en El increíble hombre menguante, el trabajo más memorable de su trayectoria.

Dando por hecho que el atractivo de Tarántula reside en las escenas de acción y en las imágenes de la araña que va aumentando su volumen como consecuencia de un experimento científico, Jack Arnold dosifica la tensión y va preparando el terreno hasta la llegada del tercer acto, en el que se concentran las mayores dosis de espectacularidad. Es una lástima que, como es habitual en este tipo de producciones, el desenlace dependa de la intervención del ejército, lo que termina convirtiendo el film en una alabanza al poder militar y a su capacidad de resolver cualquier contratiempo posible. Tarántula se estrena en la década en que los Estados Unidos afianzan su liderazgo del bloque occidental y esto impregna a la cultura del espectáculo, en particular a los productos dirigidos al público joven, como es el caso. Por una carambola del destino, resulta que el piloto encargado de torpedear al monstruo está interpretado por el entonces desconocido Clint Eastwood, adalid del individualismo norteamericano y guardián de muchas de las esencias de la nación.

Paradojas aparte, Tarántula debe ser tenida en cuenta por su relevancia dentro de un subgénero popular en aquella época y como prueba de la eficacia de un director, Jack Arnold, que demostró en varias ocasiones ser capaz de ofrecer un resultado digno a partir de materiales ideados para satisfacer a espectadores poco exigentes.