ÚLTIMA NOCHE EN EL SOHO. "Last night in Soho" 2021, Edgar Wright

A lo largo de las últimas tres décadas, el director y guionista Edgar Wright ha revisado diferentes géneros desde la perspectiva de la comedia, tanto en televisión como en cine. Sus incursiones van desde el terror (Zombies Party) hasta el thriller de acción (Baby Driver), pasando por el buddy film (Arma fatal), el tebeo de superhéroes (Scott Pilgrim contra el mundo) o la ciencia ficción (Bienvenidos al fin del mundo). Todos estos títulos asumen referencias de la cultura pop y de los clichés de las películas de consumo masivo, que Wright satiriza no en clave de crítica, sino de homenaje. Para ello emplea un estilo visual enfático, a medio camino entre el cómic y el videojuego, que le he reportado un público en busca de diversión y libre de prejuicios.

Última noche en el Soho participa del mismo ímpetu revisionista, dejando a un lado el humor para adentrarse en terrenos algo más profundos. Es la primera vez que Wright co-escribe el guion con una mujer, Krysty Wilson-Cairns, una novedad que incide en el resultado. No solo porque las protagonistas sean femeninas, también el punto de vista y los dilemas que les afectan adquieren mayor trascendencia, si bien la película sigue conservando el carácter genuino de Edgar Wright. En esta ocasión se sumerge en el giallo, género de horror italiano de los años sesenta que aquí se traslada al Swinging London, una época y un lugar proclives para desarrollar el expresionismo cromático de Dario Argento en Suspiria, por ejemplo, además de otras fuentes de inspiración británicas como Michael Powell o Alfred Hitchcock.

Última noche en el Soho narra una historia de fantasmas. La joven protagonista, encarnada con entusiasmo por Thomasin McKenzie, carga con el espíritu de la madre a la que perdió cuando era niña. En el bullicioso Londres descubre otra aparición que adopta los rasgos de Anya Taylor-Joy, algo así como un alter ego del pasado que materializa los ideales con los que ella sueña cada noche, hasta que se convierten en pesadillas. También aparecen Terence Stamp, Michael Ajao y otros intérpretes que representan sus personajes con el mismo tono impostado que luce con orgullo la película. Hay de principio a fin una autoconsciencia tan evidente que hasta el mínimo detalle responde a una utilidad precisa, sin hueco alguno para el realismo. Wright rechaza este concepto y juega a enredar al espectador en una fantasía perfectamente diseñada para provocar sensaciones inmediatas, que no buscan la sutileza ni los dobles sentidos. El aspecto visual del film se erige como el elemento predominante que vertebra todo lo demás, con una fotografía llamativa y poderosa de Chung Chung-Hoon, un cuidado trabajo de sonido y una irresistible selección de canciones de la época.

Así pues, detrás de la apabullante labor de los apartados técnicos, de la espléndida producción y de los golpes de efecto, ¿qué queda? En verdad, poca cosa que no se haya contado antes. Última noche en el Soho es un giallo fabricado con mucho dinero que apenas aporta novedades, si acaso, la defensa que se hace de la sororidad y del feminismo aplicado al cine de terror. Una lectura oportuna y puede que necesaria, que logra dar consistencia a una película que detrás de su aparatosidad y estridencia, deja un poso demasiado ligero. Lo cual no impide disfrutarla. Al contrario, se sigue con interés gracias al dinamismo de la planificación y al ritmo acelerado que imprime el montaje, con algunas escenas muy imaginativas, sobre todo las que ilustran la doble dimensión en la que se mueven las dos protagonistas. También se acusan algunas repeticiones argumentales y la presencia de personajes demasiado accesorios (Jocasta, o el interpretado por Stamp), nada que pueda frenar el circo de tres pistas que dirige Edgar Wright en su película más elaborada y más madura hasta la fecha.