Transcurrida una década de su retiro, Nicholas Ray da charlas y es invitado a proyecciones de sus películas más celebradas, además de impartir clases en el departamento de cine de una universidad del estado de Nueva York. Allí realiza prácticas con los alumnos, algunos de los cuales organizan una comuna dedicada a experimentar con el lenguaje y los soportes cinematográficos. Ray convive con ellos e idea un film de carácter vanguardista que va mutando a través del tiempo, con sucesivos montajes y reelaboraciones que concluyen en una versión definitiva presentada en el Festival de Venecia de 2011, avalada por Susan Ray, viuda y colaboradora del director. Se trata, por lo tanto, de una obra en perpetua construcción que nace como un cortometraje y que poco a poco se transforma en una película titulada We can't go home again.
Estos datos son relevantes para entender el film, ya que las circunstancias en las que ha sido creado son también el argumento. We can't go home again comienza con una introducción que identifica el contexto sociopolítico, acompañada de la voz en off de Ray. A partir de ahí, se prescinde de cualquier guion convencional y la película adquiere identidad durante el proceso de edición, con todo el material dispuesto en la moviola en diversos formatos (8, 16 y 35 mm.) Las situaciones inconexas que representan los propios alumnos tienen que ver con sus conversaciones y vivencias, algunas de ellas reflejan las inquietudes de la juventud norteamericana respecto a la guerra en Vietnam, las luchas sociales o la crisis de los valores tradicionales, mientras que otras describen sus relaciones y experiencias individuales. Dentro de este conglomerado de instantes captados al azar o preparados para buscar un efecto dramático, en ocasiones se establece un hilo narrativo que queda roto de manera inevitable, pues el orden de las escenas no aspira a otra coherencia que la de provocar sensaciones en el público.
Todas estas ideas quedan materializadas en un mosaico de imágenes y sonidos, algunos de ellos tratados electrónicamente, que convierte la pantalla en un lienzo donde se proyecta el detrito de lo filmado. Son retales que unas veces se suceden y otras se mezclan o se bifurcan en posibles historias que nunca llegan a concretarse, como si la película en su conjunto navegara en diferentes direcciones sin atender a un rumbo fijo que no sea el devenir del cine en su estado más libre. Eso es We can't go home again, un caleidoscopio en el que se multiplican las posibilidades de un relato que no empieza ni acaba, cine fragmentado que adquiere unidad en la cabeza del espectador solo si este lo pretende. En definitiva, un animal salvaje que personifica el espíritu indómito de Nicholas Ray y del grupo de jóvenes que quisieron acompañarle en su última película.
Unos años después, otro cineasta ya consolidado, Wim Wenders, recuperó parte del metraje de We can't go home again para incluirlo en la elegía que dedicó al maestro Ray poco antes de su muerte, Relámpago sobre agua. También Susan Ray incidió en el proceso creativo del film dirigiendo el documental Don't expect too much, otra ramificación de la obra de su marido que se extiende hasta hoy y que ella misma presenta en este breve vídeo, cortesía del canal TCM: