Wenders rinde tributo al viejo maestro no desde la pleitesía, sino con una honestidad y un naturalismo que a veces resultan casi dolorosos. El cáncer ha sentenciado los últimos días de Ray, retratado en la intimidad de su loft en el Soho junto a su esposa Susan y su discípulo Tom Farrell, que realiza grabaciones en vídeo a modo de diario. Algunas de estas imágenes se incluyen en el montaje aportando diferentes texturas y una nueva dimensión que tiene que ver con el tema de la película: la convivencia entre el cine y la realidad, la invención y la vida. También entre las personas y los personajes, ya que los participantes se interpretan a sí mismos confundiendo los términos del documental y la ficción. Estas dicotomías invitan a la reflexión y sitúan Relámpago sobre agua en la categoría de ensayo cinematográfico, lo cual no excluye la emoción, puesto que la relación entre Wenders y Ray está cargada de humanidad y representa el encuentro de dos maneras de vivir el cine: una que se encuentra al final del camino y otra que tiene mucho por recorrer, si bien las dos comparten una actitud de modernidad y rebeldía.
Las imágenes de calidad amateur se intercalan con las trabajadas por Edward Lachman, director de fotografía capaz de imprimir belleza y cercanía mediante recursos visuales como la luz y el color. Relámpago sobre agua luce un aspecto sugerente que captura la atmósfera del Nueva York de la época en distintos tramos del año, ofreciendo una meditación acerca del tiempo que queda impresa en los surcos del rostro de Ray y en el contraste con la juventud que le rodea. El ayer y el hoy representados en las escenas de Hombres errantes y Nunca volveremos a casa, dos títulos de Ray que aparecen en la película y que no están elegidos por azar.
Es emotivo que Wim Wenders haya querido incluir el nombre de Nicholas Ray tanto en la dirección como en el guion de Relámpago sobre agua. El homenaje más sincero posible a un cineasta por el que resulta fácil sentir admiración y al que aquí se mira de frente, sin fanfarrias ni pedestales. Este motivo sería suficiente para tener en cuenta la película, aparte de sus cualidades narrativas y cinematográficas. Algunas son evidentes y quedan impresas en la pantalla, pero otras son invisibles y entran en el terreno de lo trascendente, dejando destellos de magia entre los fotogramas que el espectador receptivo sabrá interpretar. Para él ha sido elaborada esta película estremecedora.