EL AÑO DEL DESCUBRIMIENTO. 2020, Luis López Carrasco

El director Luis López Carrasco continúa revisando el pasado reciente de España con la intención de cuestionar los discursos oficiales y su propaganda de prosperidad. Si ya en El futuro, su debut en solitario, trataba de quitar brillo a la movida y al triunfo del felipismo en el 82, en El año del descubrimiento avanza una década para mostrar la contrapartida a la entrada del país en la Unión Europea y la crisis derivada de la reconversión industrial. Una historia que se ha contado siempre en términos macroeconómicos, sin detenerse en los desastres a nivel humano que pasaron inadvertidos por los fastos de las Olimpiadas y la Exposición Universal.

López Carrasco adentra las cámaras en el bar Tana, situado en un barrio obrero de Cartagena, lugar donde los parroquianos consuelan sus frustraciones bebiendo y charlando. En total son cuarenta y cinco personas de diversas edades y circunstancias que saben que en su ciudad, veintiséis años antes, el parlamento regional fue pasto de las llamas en las protestas callejeras. El año del descubrimiento permite establecer una comparación entre las crisis de ayer y de hoy, los motivos y las consecuencias y, sobre todo, los discursos que explican ambas situaciones. ¿O acaso es la misma, siempre prolongada? El director juega a confundir las dos épocas como si fuesen una, por medio de un tratamiento visual con estética de vídeo analógico que se mezcla con las imágenes de archivo. Un recurso técnico que adopta identidad narrativa, al igual que el empleo de la pantalla partida para multiplicar el punto de vista de cada escena. Unas veces para mostrar al mismo tiempo el plano y el contraplano (e igualar, por lo tanto, al hablante y al oyente) y otras veces para reforzar el contexto.

Estas decisiones formales no restan prioridad al contenido de la película, que es eminentemente político y social. El desempleo, la precarización laboral, la falta de expectativas, el papel de los sindicatos... son argumentos desarrollados por las múltiples voces que suenan en los tres bloques en los que se divide el film. Un conjunto prolijo, de doscientos minutos de duración, que no se hace pesado por la acumulación de ideas que se solapan y el hábil montaje que dosifica la información para mantener el interés del público.

En suma, El año del descubrimiento no solo fija para la posteridad una realidad que deberá ser examinada, sino que además es un documental revelador e importante para la cinematografía española. Porque se atreve a experimentar con un formato poco usual y porque propone reflexiones muy necesarias de manera directa y austera, sin música ni iluminación artificial, apelando al valor de la palabra y a la cercanía de quienes han vivido y siguen viviendo los hechos en primera línea.