OTRA RONDA. "Druk" 2020, Thomas Vinterberg

Hay películas que nacen dispuestas a confrontar opiniones y crear debates. Otra ronda es una de ellas. Al contrario que tantos otros títulos que giran en torno a la bebida, aquí no hay moralejas claras ni juicios éticos: el director Thomas Vinterberg expone una situación extrema que el espectador debe valorar según su propio criterio. Se trata de un experimento llevado a cabo por cuatro profesores de instituto que deciden vivir afectados por un estado de ebriedad controlada, según una teoría que sostiene que el ser humano nace con un déficit de alcohol en la sangre que puede ser compensado para alcanzar la plenitud personal. Las diferentes fases del estudio irán marcando la evolución del relato, con momentos de éxito y de fracaso para cada uno de los integrantes, todos ellos individuos maduros y cultivados. Para establecer un contraste necesario, Otra ronda comienza con la secuencia de una tradicional carrera de jóvenes que compiten por emborracharse, lo cual marca un primer punto de separación entre las intenciones lúdicas de unos y las de investigación social de otros. Como cabe esperar, las circunstancias íntimas de los protagonistas condicionan el resultado y hacen que la película transite por el drama, la comedia y el terreno ambiguo que separa ambas.

Vinterberg no desaprovecha el material que tiene entre manos. El guion, que vuelve a escribir en colaboración con Tobias Lindholm, sigue el orden cronológico de los hechos y desgrana el carácter de los personajes con concisión y diálogos certeros. Por ello, Otra ronda deposita una gran responsabilidad en los actores, al frente de los que se encuentra Mads Mikkelsen, quien trabaja por segunda vez con el director tras La caza. El elenco al completo está magnífico en su representación de los diferentes ángulos desde los que se observa la historia, con interpretaciones muy físicas que no prescinden de matices.

De la misma manera, también la planificación de Vinterberg juega a favor de obra y contribuye a hacer creíble los excesos que muestra la pantalla, siempre con mesura y sin caer en el sensacionalismo. La cámara ilustra el grado de lucidez de los personajes buscando la estabilidad del trípode o liberándose en brazos del operador, una sensación reforzada por el montaje y por recursos visuales como la inclusión de intertítulos que informan del nivel etílico de los personajes, además de otros textos que intervienen en la ficción (mensajes de móvil, escritura en el ordenador). Estas herramientas permiten que el público adopte el distanciamiento necesario para no sentirse agraviado, ya que los momentos más intensos son escasos pero inapelables para que la narración avance.

En definitiva, Otra ronda reúne las virtudes de Thomas Vinterberg como director interesado en explorar las reacciones del ser humano al límite de sus capacidades. Una película que propone cuestionamientos incómodos con el tono adecuado, sin doctrinas y buscando transmitir por igual reflexión y emoción. Ideal para iniciar un coloquio.