Es difícil hablar de esta película sin caer en la devoción, porque todo en ella destila encanto: el diseño artístico que convierte las estrecheces financieras en aciertos, la definición imprecisa de los personajes que los dota de interés, el tono resultante de mezclar el terror, la aventura y el fantástico, la precariedad de los efectos especiales que obliga a soluciones visuales imaginativas... en suma, se trata de un ejemplo perfecto de cómo en la serie B se pueden elaborar productos dignos y ejemplares. Bien es verdad que detrás se esconde el inevitable sermón anticomunista tan característico de la época y que, vistas hoy, algunas situaciones pueden herir sensibilidades en lo referente al papel de la mujer en una comunidad masculinizada. No son los únicos argumentos de debate, ya que la película plantea durante todo su desarrollo una dicotomía entre la investigación científica y el poder militar, con resultados más que cuestionables entonces y ahora. Eran tiempos en los que se propagaban mensajes básicos y en los que la doctrina se camuflaba bajo los clichés de la ficción. Nada de esto debería menoscabar el valor de El enigma de otro mundo, un film diseñado para distraer al público gracias a su narrativa ágil y a una ambientación muy eficaz, capaz de transmitir el frío de la estación del Polo Norte donde transcurre la trama.
Hay que reconocer que, con todas sus virtudes, el conjunto no es perfecto: los personajes bromean hasta en los momentos más tensos, rebajando de manera inoportuna la tensión acumulada. Pero El enigma de otro mundo contiene también cualidades muy notables como la interactuación de los actores en grupo, cuyos diálogos se solapan y aceleran el ritmo narrativo. Este y otros rasgos reconocibles del cine de Hawks hacen que se multipliquen las teorías acerca de quién dirigió verdaderamente el film, si Nibly o Hawks, una discusión estéril (que se repite en casos como el El tercer hombre y Poltergeist) y que obvia la creación colectiva inherente a la naturaleza del cine. Cualquier espectador avezado reconocerá con facilidad la semilla que aquí se planta y que germinará más adelante en obras tan reconocidas como La invasión de los ladrones cuerpos, Alien, el octavo pasajero o La cosa, esta última basada en la misma fuente literaria. A su vez, es justo mencionar la deuda que El enigma de otro mundo mantiene con las antiguas películas de horror de la Universal, en especial con Frankenstein. Así funciona la industria del entretenimiento, como una continua evolución de trabajos anteriores que cada época va adaptando a sus propias circunstancias.
A continuación se puede escuchar una muestra de la música compuesta por Dimitri Tiomkim para la banda sonora. Sirve como ejemplo de su estilo enfático y de la expresividad obtenida por medio de poderosas orquestaciones que dan a las películas un aliento casi operístico, de intenso calado emocional.