En La estrella azul se cuenta la escapada del compositor y cantante de la banda Más birras desde Zaragoza hasta la provincia de Santiago del Estero, en el norte de Argentina, en la década de los noventa. Una huida que Mauricio emprende de sí mismo, de su insatisfacción personal y de las adicciones, en busca de la autenticidad de los sonidos del folklore. Siguiendo la huella de Atahualpa Yupanqui se encuentra con Carlos Carabajal, el considerado padre de la chacarera, interpretado por su hermano Cuti, a su vez un artista de referencia dentro del género. La película adopta entonces la forma del relato de aprendizaje que no se constriñe al tema musical, sino que alcanza la lección de vida. A lo largo del metraje, Mauricio aprenderá a ser mejor persona, pero sin las consabidas monsergas bienintencionadas en las que se insiste en esta clase de historias. Macipe se esfuerza por mantener a raya los sentimientos (por ejemplo: la trama amorosa no se consuma más que con un baile) y hace de La estrella azul un ejercicio de contención que consigue involucrar al público guardando las distancias, valga la paradoja. ¿De qué modo? Mediante la práctica de la metaficción y de recursos expresivos que exploran el lenguaje cinematográfico. Hay varias escenas que lo ilustran: el comienzo en el que se muestra el propio guion, la aparición del equipo de rodaje, el supuesto casting de actores... Este juego entre verdad e invención ayuda, por un lado, a esquivar las convenciones del film "basado en hechos reales" y, por otro, a proponer al espectador una mirada abierta que le permite participar en lo que ve.
En cuanto a la gramática visual empleada por Macipe para favorecer dicho acercamiento, hay momentos suficientes a los que prestar atención. Algunos llamativos (el plano secuencia que salta de tiempo y de lugar desde la sala de conciertos hasta la casa donde vive Mauricio, o la elipsis en el cielo nocturno que concluye al amanecer) y otros detalles más sutiles, como la omisión del rostro de la madre en la conversación con el hijo poco antes de morir. La estrella azul está salpicada de estos y otros instantes sorprendentes que hacen avanzar el argumento con fluidez y sin que el artificio formal amortigüe la naturalidad que persigue la narración. El director logra una frescura y humanidad que se deben, en buena parte, a la acertada elección de actores. En especial de Pepe Lorente, quien resuelve con credibilidad su primer papel protagonista importante y hace que todo a su alrededor resulte veraz. Es lo mejor que se puede decir de una película que aspira a celebrar a los artistas relegados por la industria al plano secundario, aquellos que luchan por salir adelante sin vender a cambio su identidad. Mauricio Aznar cambió los oropeles del rock'n roll por una porción de honestidad en la sombra. Este homenaje emocionante y hermoso hecho por sus paisanos le rinde el tributo que merece.