La trama cuenta las andanzas de una joven empleada en una empresa de moda de Manhattan. Se llama Thana y es muda, pero la verdadera discapacidad que padece es de relación con los demás. Un día es asaltada por dos individuos que abusan de ella en distintos momentos, dos ataques que la sumen en estado de shock y que tienen diferentes resultados: en el segundo de ellos, Thana logra defenderse y toma la pistola de su agresor para darle muerte. A partir de entonces, empleará el arma de calibre 45 que se alude en el título para iniciar una particular cruzada contra los hombres, valiéndose de su belleza para ajusticiar a adúlteros, proxenetas y machistas en general. El descenso por la espiral de la violencia que sigue la protagonista encarnada por Zoë Lund, va parejo a su deambular por la ciudad en imágenes casi documentales, que captan el latido de las calles.
El director de fotografía James Lemmo imprime un aire de realismo a las localizaciones exteriores que sitúa la película en su época. Una virtud que no siempre se repite en los interiores y que denota el carácter amateur de Ms. 45, si bien algunas de sus imperfecciones (las interpretaciones forzadas, el guion dubitativo, la tosca planificación) contribuyen a dar al conjunto una identidad especial, fresca y atractiva. Ferrara ensaya aquí su característico estilo de cine "a brochazos" y desata su ideario (sería más preciso decir su compulsionario) político y moral, donde batallan los conceptos de libertad individual, el sexo, la culpa, el pecado... todo agitado en una obra que mezcla la creación artística y la experiencia propia.
Ya desde el principio, la personalidad de Ferrara se impone al acabado formal y dota de iconicidad muchas de las imágenes. ¿Quién puede olvidar el primer plano de Thana bendiciendo con sus labios cada una de las balas con las que carga el revólver? ¿O el reparto en diversos rincones urbanos de las bolsas con los restos desmembrados de su primera víctima? Son instantes tan poderosos que hacen obviar las irregularidades de esta película hoy considerada de culto gracias, entre otros motivos, a la hipnótica presencia de Lund. Ella termina de dar sentido a un proyecto que carecía de él, su representación de Ms. 45 es la mejor posible y consigue que sus limitaciones como actriz se olviden en favor de su inquietante fisicidad. Solo por esta razón merece la pena recuperar este clásico del grindhouse de los ochenta.