JOKER: FOLIE À DEUX. 2024, Todd Phillips

Nadie podía prever en 2019 el éxito alcanzado por Joker, un spin-off de presupuesto medio que rendía tributo al cine de los setenta en general y a Scorsese en particular. Ni siquiera Warner Bros, el estudio responsable, que enseguida vio la oportunidad de hacer una segunda parte contando con el mismo equipo artístico y técnico. Así que un lustro después, el director Todd Phillips goza de carta blanca financiera y creativa para abandonar el carril de las continuaciones canónicas desoyendo el fan service y expandiendo las posibilidades del personaje protagonista. Una decisión arriesgada que se manifiesta ya desde el título en francés. Joker: Folie à Deux hace referencia a la pareja formada por Joker y Harley Quinn cuando todavía eran dos seres aquejados de psicopatía, antes de convertirse en archienemigos de Batman.

La novedad más destacable de este segundo Joker afecta al género. Phillips y su coguionista, Scott Silver, siguen explorando las perturbaciones de la mente sometida a factores externos (el abuso, la rabia, la humillación) desde el prisma del drama psicológico, solo que ahora emplean los códigos del musical para representar la dificultad que vive el protagonista de distinguir realidad y ficción. Al estilo de lo que hacía von Trier en Bailar en la oscuridad, las canciones proyectan las fantasías del Joker y son el refugio en el que se evade del entorno hostil. Abundan las melodías pertenecientes al repertorio del teatro musical y standards de jazz cuyas letras aluden a locuras de amor, son composiciones inmortales de Richard Rodgers, Arthur Schwartz, Cy Coleman, Burt Bacharach... todas cantadas con crudeza y sin embellecimientos por la voz inexperta de Joaquin Phoenix y por la muy experta de Lady Gaga, quien tiene que hacer esfuerzos para no cantar como ella sabe. Ambos actores interpretan con credibilidad el delirio que atraviesan sus personajes y se dejan envolver por los arreglos sonoros, en sintonía con la música oscura creada por Hildur Guðnadóttir.

Joker: Folie à Deux comienza con un prólogo animado por Sylvain Chomet (y cantado por Nick Cave) que establece un hilo argumental con el primer film, si bien aquí se acaban las concomitancias. Pronto se evidencia la ruptura del director con su propia obra y la búsqueda de una identidad diferenciadora, que aprovecha el potencial que le ofrece el personaje. Este Joker reclama su autonomía y la puesta en escena lo ilustra mediante imágenes que rompen el ensimismamiento y ganan dinamismo en el montaje. La fotografía de Lawrence Sher aumenta la paleta de colores y la gama de luces gracias a los números musicales, filmados con efectividad y sin excesos, dentro del tenebrismo que rodea el conjunto. Una vez más, Phillips se vale de primeros planos para reflejar las tormentas internas de los personajes, además de movimientos de cámara que tienen intenciones descriptivas o apoyan el significado de ciertos conceptos, como por ejemplo: las panorámicas recurrentes en la sala de juicios que muestran el monitor de televisión con la señal en directo, para reforzar la dicotomía que está presente en todo momento de la verdad frente a la representación, la pantalla como barrera que separa lo cierto de lo imaginado. De hecho, en los diálogos se hacen muchas referencias a la película que existe sobre el Joker y que él mismo aún no ha podido ver, ansioso por saber si es verdaderamente buena... esta paradoja ejemplifica la tremenda jugarreta practicada por Phillips, una broma carísima que no ha sido bien recibida por el numeroso público que esperaba una segunda entrega idéntica a la anterior, de acuerdo a la serialización del relato que impera en nuestros días. Exigen del Joker algo que va en contra de su naturaleza: la previsibilidad y la repetición de un patrón narrativo.

Todd Phillips demuestra entender al personaje. Y es que más que un supervillano al uso, el Joker es un icono pop que va mutando según la visión del autor encomendado, siendo capaz incluso de trascender los márgenes de la ficción, tal y como sucedió durante el mandato de Trump. El entonces presidente de los Estados Unidos expresó su agrado por la película y una parte de su electorado lo interpretó como una refutación de las ideas antisistema que encarna el Joker, en consonancia con los sucesos acontecidos en el asalto al Capitolio de 2021... y olvidando convenientemente la falta de motivaciones políticas y la alienación que sufre el personaje, producto de la enfermedad mental. Así pues, todos aquellos que esperaban que la llama prendida en la película original se convirtiese en hoguera han resultado decepcionados. En lugar de incendio, Phillips plantea un espectáculo íntimo y triste que se alimenta de canciones en su mayoría antiguas, en la que lo único ardiente es la pasión romántica que el Joker siente por Harley Quinn. Una criatura que también ha frustrado a quienes aguardaban el desquicio adolescente y neo-punk representado por Margot Robbie en las películas del Escuadrón Suicida. El desencanto que experimenta el personaje al final de Joker: Folie à Deux se parece al de muchos espectadores que ignoran que la subversión del nuevo Joker está en las formas, más que en el contenido. Así, el film construye escena a escena su revulsivo particular: esta es la mayor de las transgresiones posibles en el Hollywood adocenado y pulcro que hoy conocemos.