LOS DESTELLOS. 2024, Pilar Palomero

Con tres largometrajes escritos y dirigidos en apenas cuatro años, se puede decir que Pilar Palomero ya muestra sus cartas sobre la mesa. Cine realista basado en los personajes, que aborda problemáticas familiares y prescinde de todo aquello que no resulta esencial para el desarrollo de la trama. Esto vuelve a definir una vez más Los destellos, dentro de una fórmula que se va renovando porque siempre es diferente. Palomero es aquí más sintética y extremadamente precisa en las líneas que despliega en el guion, logrando algo muy difícil: convocar los sentimientos sin emplear las herramientas habituales (música, diálogos, acabados estéticos), en un ejercicio de depuración que enfrenta al público con cuestiones muy reconocibles, de carácter íntimo y social.

A partir de un relato de Eider Rodríguez, Palomero cuenta la relación de una pareja separada hace tiempo que retoma el contacto a causa de la enfermedad de él. La hija que tienen en común provoca el acercamiento y añade la dosis de humanidad que necesita el conjunto, en el que adquieren importancia los escenarios y los objetos. Palomero pone atención en los detalles y dota de significado elementos comunes como una fotografía, un limonero, una piedrecita encontrada durante un paseo... o los rayos de luz que aparecen en determinados momentos y dan título al film. Son símbolos que narran la intrahistoria implícita en las imágenes, de corte naturalista, gracias a la capacidad de la directora para situar la cámara a ras de los personajes y a la fotografía sin artificios de Daniela Cajías. El montaje de Sofia Escudé también contribuye a que la película respire con el ritmo apropiado, dejando espacios para que el espectador haga sus aportaciones. Es cine que propone y que dispone, que sabe guardar la distancia adecuada sin caer en la frialdad.

Pero sobre todo, Los destellos se sostiene en los gestos y en las miradas de los actores que encarnan a los padres, Patricia López Arnaiz y Antonio de la Torre, así como la joven debutante Marina Guerola. Los tres desprenden credibilidad y hacen suyos los personajes con una gran economía de recursos interpretativos, cada uno desde un punto de partida distinto: de la Torre mediante el físico, López Arnaiz mediante la introspección y Guerola a través la expresión inmediata y fresca. Es emocionante percibir lo que transmiten con aparente sencillez y con pleno dominio de sus habilidades, ellos son la razón de ser de esta película en la que Pilar Palomero se confirma como una de las cineastas más interesantes del panorama actual.