El proyecto reúne a un buen grupo de mujeres jóvenes que relatan frente a la cámara sus experiencias y pensamientos íntimos, bajo la premisa de ser interrogadas con preguntas directas y sin cortapisas. La suma de sus testimonios va conformando la narración de manera salteada y en un clima de confianza que deriva en una hermosa escena final, en la que cada una de ellas se despoja de sus prendas a voluntad. Las directoras equiparan así las ideas de desnudez física y mental como argumento principal del relato.
La estructura narrativa sitúa las entrevistas en el centro y establece una relación simétrica entre las secuencias de presentación y desenlace, ambas con un montaje creativo y un empleo del sonido diferente (la voz en off de Lea Glob en la apertura y la música de Ola Kvernberg en el cierre). Al prescindir de conclusiones, la película amplifica su discurso e invita al público a comparar sus vivencias con las que se muestran en pantalla, lo cual convierte el visionado en una práctica estimulante con capacidad para favorecer la empatía en las mujeres y la curiosidad en los hombres.
En contra de lo que suele ser habitual en este tipo de producciones, la mirada atenta y respetuosa de las directoras se aleja del morbo, algo que se materializa en una puesta en escena austera, desprovista de adornos. El documental transmite una atmósfera de seguridad que proviene de realizar las grabaciones en un escenario único y doméstico, el salón de Albrechtsen, y con los mínimos elementos: una silla, un fondo de fotografía, una cámara estática y una iluminación suave que contribuye al naturalismo del conjunto. El resultado alcanza lo que se pretende: un retrato colectivo del sexo vivido y sentido por mujeres en la construcción de una identidad propia.