CÓNCLAVE. 2024, Edward Berger

Tras el éxito obtenido con Sin novedad en el frente, el director alemán Edward Berger recibe el encargo de realizar Cónclave, una producción británica filmada en Italia con un plantel internacional. Sin duda, un buen ejemplo de las potencialidades del cine europeo para alcanzar relevancia (al menos en términos de mercado) y romper la hegemonía que rige dentro del mainstream... adoptando sus mismos códigos, claro está. En este caso se parte de una novela del experto en ficciones históricas Robert Harris, que narra la lucha de poder que se libra en el estamento más alto de la jerarquía católica cuando toca reemplazar al Papa recién fallecido. La responsabilidad de organizar el cónclave recae sobre un cardenal que adopta los rasgos de Ralph Fiennes, cuyo punto de vista conduce al espectador a través de los secretos y las conspiraciones que se van desvelando durante el metraje.

El guionista Peter Straughan es el encargado de adaptar el original literario y de reforzar el ambiente de thriller que se respira, depositando una gran importancia en los diálogos y en el desarrollo de la trama. El veterano reparto cuenta con nombres conocidos como Stanley Tucci, John Lithgow, Sergio Castellitto o Isabella Rossellini, todos ellos ajustados a sus papeles y creíbles en la representación de los mandatarios de la Iglesia. Si bien Cónclave pone peso en la palabra y en las pequeñas acciones, el interés no decae en ningún instante gracias a la habilidad de Berger para desplegar un lenguaje visual rico y dinámico que aligera la restricción de escenarios y de personajes impuesta por el argumento, ya que se trata de transmitir la misma sensación de encierro que experimentan los protagonistas, aislados entre los muros de la Santa Sede. De hecho, una de las decisiones más notables que asume el film es no mostrar la vida en el exterior, con algunas excepciones sonoras y jugando con los efectos de luz que se filtran por las ventanas, con el fin de que el público (y los personajes) no se vean condicionados por los influjos de la sociedad a la hora de configurar sus opiniones.

En conjunto, se podría decir que los elementos que integran Cónclave funcionan a la perfección: las interpretaciones de los actores, la planificación de Berger, la fotografía de Stéphane Fontaine, el montaje de Nick Emerson... cada apartado está diseñado con esmero y con el objeto de cumplir una función precisa. Sin embargo, muchas veces el exceso de pulcritud termina restando fuerza al resultado: ya se sabe que lo exacto anula lo natural. En Cónclave, todas las situaciones persiguen provocar tensión y sorpresa, retorciéndose en giros dramáticos que empiezan siendo inesperados y al final se convierten en rutina. Así, la suspensión de la incredulidad queda comprometida por la sucesión de los acontecimientos y por los artificiosos trucos de guion (la explosión de la bomba, el informe médico que no se conoce hasta que resulta oportuno), siguiendo paso por paso el manual del correcto best seller. Al igual que sucede con estos libros elaborados para el consumo fácil, se percibe en el film una voluntad por mantener atento al espectador en todo momento mediante cálculos narrativos y fórmulas algo forzadas que, en efecto, cumplen su objetivo, porque nadie puede aburrirse con lo que ocurre en la pantalla. Pero es cuando acontece el desenlace que se disipan las dudas y queda clara la intención de Cónclave de agradar a un público mayoritario, que saldrá del cine convencido de que en el seno de la Iglesia católica terminará prevaleciendo la razón y una nueva época iluminará la oscuridad de los últimos siglos. Ojalá la realidad fuera tan condescendiente.

A continuación, una de las piezas incluidas en la banda sonora compuesta por Volker Bertelmann. Los sonidos enérgicos de los instrumentos de cuerda y la solemnidad de la melodía expresan bien el carácter de Cónclave, a medio camino entre el rigor y el entretenimiento. Que lo disfruten: