SIN NOVEDAD EN EL FRENTE. "Im westen nichts neues" 2022, Edward Berger

Dentro de los géneros cinematográficos, hay un tipo de drama que ha fructificado de un tiempo a esta parte y que se podría denominar experiencial, consistente en hace vivir al espectador las calamidades que sufre el o la protagonista. Los medios para conseguirlo son la subjetividad del punto de vista y el empleo de herramientas visuales y sonoras que provocan la sensación de estar en el lugar y en el momento de la ficción. De ahí que abunde el plano secuencia y se explote la noción de movimiento, ya que son películas en las que la acción evoluciona durante el recorrido del espacio físico. Basta observar la cartelera de la última década para encontrar diversos ejemplos: GravityEl renacido, Victoria, Utoya. 22 de julio1917... en concordancia con este último título, se podría sumar a la lista Sin novedad en el frente, una epopeya bélica situada en la I Guerra Mundial que adapta la novela de Erich Maria Remarque.

Hay atrevimiento en la decisión de retomar dicha obra literaria, ya que existe una versión previa de 1930 que es una de las cimas del género, un monumento fílmico dirigido con maestría por Lewis Milestone. Más de noventa años después, es Edward Berger quien se encarga de actualizar el relato a los nuevos tiempos. ¿En qué consiste esta renovación? Básicamente, en multiplicar la violencia y en hacer explícito el horror del combate. Berger potencia los elementos trágicos hasta casi borrar los atisbos de humanidad que servían de contrapeso en la película anterior, lo que convierte a la nueva Sin novedad en el frente en un derroche de fluidos corporales mezclados con el barro del campo de batalla. Hay quien podría llamar a esto realismo, y no estaría equivocado, si no fuera porque la verosimilitud no se adquiere solo a través de lo representado. También están las decisiones de la representación, es decir: la elección de los emplazamientos de cámara, los encuadres, la iluminación, el montaje... aquí es donde Berger toma partido y repite los tópicos que suelen simplificar a esta clase de películas, basados en subrayar la perfidia de los personajes malos y el candor de los buenos.

Vayamos primero a las evidencias. Es evidente el desprecio que inspiran los altos cargos militares que no ensucian nunca sus uniformes y que arrojan a los perros la comida que les sobra, del mismo modo que es evidente la compasión que inspiran el hambre y el sufrimiento de los soldados rasos que son enviados al frente para morir. Incluso si estos forman parte del ejército invasor, porque son apenas críos embaucados por las soflamas patrióticas de una estrategia política que no comprenden. Y puesto que ambos perfiles son evidentes (lo cuenta la historia, lo muestra la pantalla) no es necesario acentuarlo mediante el énfasis de las imágenes, a menos que se quiera practicar el ejercicio manierista o el panfleto ideológico, ambos contrarios al naturalismo. Así, Edward Berger embellece el estilo visual de Sin novedad en el frente mediante angulaciones y distancias focales que no tienen otro fin que el estético, lo que termina por banalizar un conjunto que busca trascender.

A pesar de sus debilidades, es justo reconocer los logros de esta ambiciosa producción alemana, cofinanciada con capital norteamericano y distribuida a nivel internacional por Netflix. La película brilla en los apartados técnicos y llega a asumir algún riesgo, como es la música anacrónica que potencia la tensión de muchas escenas. Sin embargo, las altas aspiraciones del director terminan por ahogar las posibilidades narrativas de la película, puesto que se invierte menos esfuerzo en desarrollar el guion que en crear situaciones de impacto. Es una lástima que uno de los aspectos más interesantes del film, como son las negociaciones por el armisticio, no tenga mayor fuerza y quede supeditado a la función de contrapunto para reforzar la perspectiva histórica. Y es que la adaptación remozada de Sin novedad en el frente se presenta como un testimonio del pasado que adquiere nuevos ecos en el presente, debido a los conflictos armados que asolan Europa y el mundo entero. La prueba irrefutable de que el ser humano posee la extraña obsesión de repetir sus errores, tal vez para perfeccionarlos.