El sirviente. "The servant" 1963, Joseph Losey

Primera de las colaboraciones entre el cineasta Joseph Losey y el dramaturgo Harold Pinter, "El sirviente" se enmarca dentro de la corriente rupturista con la que el cine contribuyó a la vorágine de los años sesenta. Después de haber sido empujado al exilio por la caza de brujas del senador McCarthy, Losey tuvo que labrarse una carrera en Europa que se iría definiendo en lo estético y en lo intelectual.
"El sirviente" refleja muy bien el ideario del director: es un estudio de las relaciones humanas llevado hasta sus últimas consecuencias, una parábola lúcida y cruel sostenida sobre los hilos de una sociedad en la que el poder y quienes lo detentan necesitan de subordinados para seguir adelante. Losey retrata la lucha de clases entre las paredes de una casa que actúa como microcosmos, el escenario de un guiñol donde los buenos y los malos, las víctimas y los verdugos, son siempre circunstanciales.
El tratamiento de la propia casa como un personaje más, la importancia del atrezzo y de los decorados, son una herencia del pasado teatral de Losey que, si bien pone extrema importancia en el argumento, no descuida menos las imágenes del film. La característica atmósfera opresiva y barroca del director se trasluce aquí en movimientos de cámara incesantes, que persiguen a los personajes y oscultan el entorno con la dedicación de un cirujano. Es tal la acumulación de símbolos en forma de sombras y reflejos, de sutiles significados en el interlineado del guión y la puesta en escena, que Losey corre el riesgo de ahogar su película bajo un exceso de información.
La retórica visual de "El sirviente" resulta a veces gratuita, cuando no directamente caprichosa: panorámicas que no conducen a ninguna parte, detalles sin relevancia en la acción, subrayados innecesarios... son los vicios adquiridos por un esteta que pudo ser el rey de los iconoclastas, pero también un bufón grandilocuente y satisfecho de sí mismo. Ese es parte del misterio de Joseph Losey. El puente entre los dos extremos es el trabajo actoral, sin duda uno de los aspectos más destacables de la película.
Sarah Miles y James Fox realizan interpretaciones muy ajustadas a la dificultad de sus personajes, son convincentes incluso cuando las situaciones rayan en lo inverosímil. Mención aparte merece Dirk Bogarde, que hace una recreación magistral del ser ambiguo y complejo que da título al film. Su trabajo es el mejor ejemplo de que algunos actores son también autores de las películas en las que intervienen.
De un tremendismo controlado, "El sirviente" pone en práctica la teoría brechtiana del distanciamiento que Losey sabe modular aplicando la emoción y la reflexión a partes iguales, sin que una devore a la otra. Una película inolvidable que, lejos de ser perfecta, ejerce como un magnífico revulsivo capaz de incomodar sin recurrir al mal gusto ni a trucos fáciles. Más de una vez "El sirviente" parece naufragar en sus propios excesos, pero al final queda la sensación de haber asistido al mal sueño que su director, Joseph Losey, tenía en mente.