Su vida íntima. "Back street" 1941, Robert Stevenson

Robert Stevenson es uno de esos cineastas considerados artesanos, cuya carrera tiene etapas bien diferenciadas. Después de unos años en su Inglaterra natal, donde se formó en la dirección probando con diversos géneros, fue recibido en Hollywood como un profesional eficaz y disciplinado. Allí desarrolló una serie de dramas antes de su paso por la televisión en los años cincuenta y su posterior incorporación al estudio Disney.
En su segunda película norteamericana, Stevenson adapta la novela de Fannie Hurst que una década atrás ya había llevado a la pantalla el especialista en melodramas John M. Stahl. Las diferencias entre las dos versiones no son notables. Stevenson vuelve a resolver la dificultad de narrar una historia de amor marcada por el adulterio, sin recurrir a juicios morales ni lecciones de ética. Al igual que sucedía en La usurpadora, el acierto de Su vida íntima es el de no caer en el sentimentalismo ni en la frialdad, manteniendo la medida justa para transmitir una emoción serena ajena a los excesos.
La dirección de Stevenson potencia las posibilidades cinematográficas de la novela original, y aminora el peso literario que en ocasiones lastraba la adaptación de Stahl. La puesta en escena de Su vida íntima resulta más fluida y ligera, a pesar de la gran importancia que mantienen los diálogos. La otra diferencia destacable corresponde a los actores. Margaret Sullavan y Charles Boyer aportan entidad a sus personajes, y consiguen que nos olvidemos de sus antecesores Irene Dunne y John Boles. Ambos están perfectamente conjuntados y sacan a flote el gran reto del film: que el público se sienta afectado por el drama de una pareja incapacitada para la felicidad.
En definitiva, Su vida íntima es una más que digna relectura del texto de Hurst, que contribuye a dignificar el maltratado género del drama romántico gracias a la elegancia y al comedimiento de Robert Stevenson en su mejor época.