The Beatles: Eight days a week. The touring years. 2016, Ron Howard

Hay historias difíciles de contar, por demasiado conocidas. La de los Beatles es una de ellas. La banda de Liverpool fue tan profusamente retratada que cuesta imaginar un nuevo ángulo que cubrir o un rincón del relato todavía virgen. Por eso, más que el argumento en sí, importa la forma en la que es contado. El documental The Beatles: Eight days a week. The touring years tiene la habilidad de narrar lo mismo de siempre como si fuese la primera vez, de elevar la anécdota a la categoría de lo trascendente.
El veterano director Ron Howard se estrena en el cine documental con este ejercicio de virtuosismo dialógico. La película reúne las voces de los integrantes del grupo en distintos planos temporales. Paul Mc Cartney y Ringo Starr hablan desde el presente, con la perspectiva que les reporta la edad y el saberse protagonistas de una época. John Lennon y George Harrison lo hacen desde el pasado, a través de entrevistas de archivo que son introducidas con inteligencia en la narración. Además hay una voz en off y testimonios de personas que en algún momento se cruzaron con los Fab Four: técnicos, músicos, admiradores (algunos tan inesperados como Sigourney Weaver o Whoopi Goldberg). Semejante crisol de caras no produce la cacofonía que suelen padecer este tipo de documentales, puesto que cada intervención está incluida con el ánimo de aportar información y sin afán acumulativo.
De la misma manera, el abundante material audiovisual que propiciaron los Beatles aparece escogido con criterio y montado con destreza. Fotografías, conciertos, programas de televisión, informativos... Howard maneja con rigor todo este tesoro y lo expone ante el público construyendo una historia que parece nueva. Es por eso que The Beatles: Eight days a week aspira a ser el documental definitivo sobre la banda, al menos sobre una parte de su trayectoria. Porque el periodo que abarca es el comprendido entre los años 1962 al 66, la etapa en la que los Beatles no pararon de actuar en conciertos alrededor del planeta mientras apuntalaban su inmenso talento musical y grababan algunos discos fundamentales en la reciente historia del pop.
Como todo buen documental sobre música, The Beatles: Eight days a week tiene la capacidad de convocar a los fans y a los profanos. Howard aplica sus conocimientos en la ficción para elaborar un espectáculo divertido y emocionante, que además incluye algunos episodios menos conocidos para el gran público como los conciertos en Jacksonville o en Japón. Como colofón a su estreno en salas de cine, el metraje se completa con la actuación que los Beatles realizaron en el Shea Stadium de Nueva York, un material convenientemente restaurado que demuestra que además de chicos simpáticos con carisma, eran grandes músicos cuya torrencial inspiración provenía del trabajo constante. En suma, The Beatles: Eight days a week es una aportación necesaria para entender el fenómeno musical más importante del siglo XX que ellos contribuyeron a definir.