El ídolo caído. "The fallen idol" 1948, Carol Reed

Primera película que Carol Reed produce con el estudio London Films y uno de los puntos culminantes de su carrera, apenas un año antes de inscribir su nombre en los libros de Historia del Cine con la realización de El tercer hombre. Al igual que ésta, El ídolo caído adapta una obra del escritor Graham Greene, quien se encarga además del guión. Es una etapa dulce para el director: tiene fama, prestigio y libertad para elegir los temas que le interesan. Una circunstancia que Reed aprovecha para desarrollar sus capacidades como cineasta meticuloso e imaginativo, facetas que no siempre lleva a cabo, pero que aquí le sitúan en el mismo podio que otros gigantes británicos como Hitchcock o Lean.
Lo primero que llama la atención es el punto de vista adoptado. La acción de El ídolo caído sucede a través de los ojos de Philippe, el hijo del embajador francés en Londres, un muchacho inquieto que remedia la frecuente ausencia de sus padres con la compañía de McGregor, un pequeño reptil que ha adoptado como mascota, y del señor Baines, mayordomo con los rasgos del actor Ralph Richardson. Ambos alivian la soledad del niño y le consuelan ante la presencia de la señora Baines, una auténtica bruja de cuento que representa el componente de discordia necesario en la ficción. El tercer vértice que completa el triángulo de los adultos es la secretaria interpretada por Michèle Morgan, actriz capaz de humanizar el adulterio con una sola mirada. En suma, El ídolo caído contiene emoción, comedia, misterio, romance... todo observado bajo el prisma siempre insólito de la infancia.
Reed consigue introducirse en la mente del personaje recurriendo por un lado al realismo poético, muy presente en el cine europeo y que aquí alcanza su culminación en las escenas nocturnas, y por otro lado al relato victoriano, con influencias del cuento clásico y de la literatura de Dickens. La trama de El ídolo caído no exhibe gran complejidad, sin embargo, cada elemento se despliega con inteligencia gracias a la puesta en escena. Aquí es donde se nota la experiencia teatral del director, ya que maneja con exactitud la distribución del espacio y el movimiento de los actores en el plano, aprovechando la profundidad de campo, las angulaciones de cámara, los recursos del decorado... herramientas que enriquecen la imagen no por capricho estético, sino buscando la efectividad del drama. Estos logros se deben en parte a Georges Périnal, cuya fotografía en blanco y negro puede resultar bella o enigmática según lo precisa la historia.
Poco más se puede añadir sobre El ídolo caído que no redunde en la perfección. Una película magníficamente escrita, filmada e interpretada, que supone uno de los más notables aciertos en la filmografía de Carol Reed. Cineasta con una trayectoria eclipsada por la rotundidad de El tercer hombre, y que demuestra también en películas como ésta la medida de su talento.